MC-F-003. Módulo 3. Las economías urbanas

Sitio: OCW - Universidad de Cantabria
Curso: Historia Urbana Medieval (2011)
Libro: MC-F-003. Módulo 3. Las economías urbanas
Imprimido por: Invitado
Día: jueves, 2 de mayo de 2024, 12:41

1.1. 3.1 Las funciones económicas de la ciudad medieval

La economía urbana surge del campo como la ciudad surge a partir del mundo rural. La vida económica de la ciudad no se entendería sin las áreas rurales próximas.

La población urbana, todavía en los siglos XI-XIII, y en muchas regiones y ciudades también en los siglos XIV y XV, conservaba una buena parte de su dedicación laboral a los trabajos del campo que compatibilizaba con el trabajo artesanal.

Normalmente la ciudad poseía un territorio, un término municipal amplio que aseguraba su subsistencia. En Italia este territorio dependiente de la ciudad se llamaba “contado”. En la Península ibérica “alfoz”, “tierra”, o “termino”. En Francia la extensión de este territorio dependiente de la ciudad era mucho mas exiguo y se le denominaba “banlieu” y era de aproximadamente una legua de radio, unos cuatro kilómetros. Lógicamente quienes trabajaban este “contado”, “alfoz” o “banlieu” eran los propios vecinos de las ciudades, que se dedicaban, en las tierras próximas a la ciudad, al cultivo intenso de las huertas y viñedos que abastecían, en parte, los mercados urbanos.

Las ciudades medievales dependían del mercado rural pero, con el desarrollo de las prácticas económicas y comerciales propias del mundo urbano, lideraron las acciones y actividades económicas de una región. Las ciudades y la economía urbana impulsaron el consumo y la demanda, organizaron la actividad artesanal interna, potenciaron el comercio atrayendo productos a sus mercados y organizaron las rutas y distribución de productos a escala local, regional e internacional.

La ciudad era el centro de intercambio económico-comercial de la región, organizaba el mercado, ofrecía lugares de almacenamiento para los productos, mesones y lugares de estancia temporal para los mercaderes extranjeros. Disponía de una red de revendedores que distribuían los productos fuera de los mercados locales. En estos mercados urbanos se fijaban los precios de los productos, se controlaban los pesos y medidas empleados en las transacciones comerciales, los días y horarios de ventas, así como los lugares de almacenamiento de productos.

La ciudad ejercía su influencia en una extensión de territorio más o menos amplia según su importancia. Las mas pequeñas podían irradiar su influencia como mucho hasta unos 20 kilómetros de distancia, las consideradas capitales comarcales, dependiendo donde estaban emplazadas alcanzaban una influencia de entre 30 y 60 kilómetros. Las consideradas capitales regionales podían atraer productos y mercaderes a sus ferias y mercados desde distancias de 80-100 o mas kilómetros, especialmente si se trataba de ciudades con ferias de importancia, como la de Medina de Campo. 

Como se puede observar, por pequeña que fuese, la ciudad siempre ejerce un dominio sobre su entorno rural.

1.2. 3.2 La actividad comercial: mercados y ferias

Mercados

La principal actividad comercial de la ciudad se desarrollaba en su mercado urbano, ya fuera diario, semanal o el extraordinario ferial.

 

El abastecimiento diario de productos alimenticios fue la preocupación fundamental de las corporaciones municipales. Garantizar los suficientes productos alimenticios les llevó a generar políticas proteccionistas que aplicaron con todo rigor. No se podían sacar trigo, vino ni cualquier otra vianda de las ciudades hasta que sus vecinos no se hubieran proveído. En aquellos territorios deficitarios de cereal como el norte de la Península Ibérica, en las llamadas “tierras de acarreo”, se obligaba a todo mercader que quisiera comprar productos en sus mercados para llevarlos fuera de la villa, que aportara, al entrar con sus bestias, trigo o cereal para su mercado. Esta normativa se cumplía de forma rigurosa en la villa de Bilbao donde muchos mercaderes terrestres acudían a comprar y no podían hacerlo si no entraban en la ciudad con sus acémilas o medios de transporte cargados con trigo para venderlo, a cambio podían sacar el codiciado hierro.

Se velaba también por evitar el fraude en el ejercicio de la compraventa. El concejo, por medio de los regidores, fijaba diaria o semanalmente los precios de los productos a la venta y vigilaba que no subieran. Controlaba también la calidad de los productos vendidos, que estuvieran en buen estado, especialmente los pescados, o que no se modificaran las calidades, vendiendo a un precio productos de menor calidad. Revisaba las pesas y medidas confeccionando unos patrones que todos los vendedores debían de copiar, imponiendo grandes penas a quienes alteraran las dichas medidas.

Al mercado urbano acudían primordialmente los vecinos para abastecerse de lo necesario y también estaban presentes numerosos arrieros, acemileros, regatones y revendedores que trataban de comprar al por mayor para revender dichos productos fuera de la ciudad, en el entorno rural circundante. En todas las ciudades hay una amplia presencia de estas personas, incluso en la villas de menor tamaño, ya que cumplían un papel fundamental de redistribución de productos en la región. A los mercados de las ciudades llegaban todo tipo de mercancías y desde ellas se repartían hasta zonas lejanas y son estos mercaderes terrestres de corto o medio alcance quienes extienden por la red de caminos todo lo necesario en el mundo rural.

Junto a este mercado de productos de primera necesidad que implicaba a mucha población bien como compradores o como vendedores y que movía gran cantidad de mercancías y de dinero está el gran comercio ejercido por los grandes mercaderes. Estos mercaderes debido a la importancia de sus familias, de sus contactos con ciudades lejanas y posiblemente también por el tipo de productos comercializados de gran valor, han traspasado las fronteras del anonimato y son los que han dejado huella informativa, ayudándonos a comprender la complejidad del negocio en los últimos siglos de la Edad Media.

Los grandes mercaderes no se ocupaban tanto del mercado urbano como de los intercambios a larga distancia con productos que ofrecían importantes ganancias. No estaban presentes en todas las ciudades sino en aquellas que movían gran volumen de negocio, donde también se encontraban asentados los mercaderes extranjeros y donde estuvieran instalados los cambistas mas reputados.

La complejidad de la actividad comercial a gran escala generaba numerosos problemas a resolver y por ello desde fechas tempranas del siglo XIV comienzan a establecerse normativas aplicables a quienes practican el oficio de la mercadería. La normativa legal mas conocida es la recogida en el Libro del Consulado del Mar, que se aplicaba en la zona del Mediterráneo y la de las Leyes de Layron (Leyes de Olerón) aplicada en la zona del Atlántico.

 

Ferias (Según Antonio del Barrio: La plaza mayor de Medina del Campo)

Con el desarrollo de la actividad comercial y la acuñación de la moneda, el comercio interregional realizado por los mercaderes viajantes  que llevaban  sus productos en carros o en bestias, se hizo mas extenso dando ocasión a la generación de mercados regionales que adquirieron gran renombre originándose de este modo las Ferias.

 

Las Ferias tenían su propia reglamentación, se celebraban en fechas prefijadas y en lugares señalados. Las primeras fueron las de la región de Champagne y posteriormente se generalizaron en toda Europa. Se facilitó el intercambio comercial con la aparición de la letra de cambio, los cambistas, las compañías mercantiles pasando de  una práctica comercial totalmente itinerante a otra en la que se combinaba esta con la figura del mercader sedentario. En el siglo XV tenemos una red de Ferias importantes en toda Europa desde Amberes, Ginebra, Lyon hasta la renombrada de Medina del Campo.

Las Ferias de Medina del Campo creadas a comienzos del Siglo XV por Fernando de Antequera, señor de la Villa, se fueron consolidando como las mas importantes del reino de Castilla, y comparables con la de Amberes en opinión del viajero Pero Tafur que viajó por toda Europa entre los años 1436 y 1439. En 1491 los Reyes Católicos le concedieron la consideración de Feria General del Reino.

La situación geográfica de Medina del Campo era inmejorable, en el centro del Reino y de la Península y cruce de grandes rutas que van de Burgos a Toledo y Portugal. Se celebraban dos veces al año en Mayo y Octubre y tenían una duración de 50 días cada una, siendo su carácter internacional. Acudían a dicha feria hombres de negocios de los reinos peninsulares de Aragón Navarra, Portugueses y también franceses, flamencos, e italianos siendo especialmente abundantes los comerciantes florentinos y genoveses. Los productos que acudían a la feria eran extremadamente variados, en primer lugar los alimentos entre los que cabe destacar los vinos, aceites y especias hasta llegar a los productos de lujo principalmente telas de alta calidad. Pero las especialidad de la Feria de Medina del Campo eran dos. Por un lado la contratación de las lanas de las ovejas castellanas y por otro lado el mercado de capitales, donde se negociaban las letras de cambio.

1.3. 3.3 Oficios urbanos y actividades artesanales

Además de promover la actividad comercial, las ciudades fueron lugares de desarrollo de la actividad artesanal. La actividad artesanal es uno de los principales motores económicos de la ciudad y también la actividad productiva mas original de la nueva forma de vida urbana. Todo centro urbano tiene una variada y diversificada actividad artesanal que ofrece sus productos a vecinos y foráneos en sus mercados diarios o semanales.

Ver oferta de productos.

Los artesanos aportan valor añadido a sus productos a partir de las materias primas, obteniendo a cambio un salario que les permite mantener a sus familias. En cualquier ciudad medieval los oficios artesanales están presentes en todos los ámbitos vitales para la supervivencia, especialmente en aquellos que cubren las necesidades mas perentorias del individuo, la alimentación, la vivienda y el vestido.

En el ámbito de la alimentación destacan las panaderas, encargadas de cocer el pan que las amas de casa llevaban amasado. Podían también vender libremente a quien lo requiriera. Carniceros y pescadores oficios imprescindibles en la vida urbana tenían un rango muy diferente. Mientras que los carniceros tenían posiciones económicas desahogadas, los pescadores estaban en los niveles mas bajos de la escala social. Normalmente son los concejos municipales a través de sus ordenanzas quienes regulan el oficio y garantizan la calidad de los productos a la venta.

Ver caza y pesca.

En relación a la vivienda los oficios de la construcción están bastante diversificados existiendo carpinteros, maestros de obra, albañiles, tejeros. Dependiendo de la densidad de población puede haber mayor o menor diversidad de oficios.

Atender a las necesidades de la vestimenta de los vecinos requería mucha mano de obra. La demanda de tejidos suponía que buena parte del artesanado urbano se dedicara al oficio del textil. Pañeros, tejedores, tintoreros, sastres se ocupaban de cubrir las necesidades. Podemos incluir en este grupo de artesanos también a los zapateros.

Además de los oficios que atienden a las necesidades mas elementales están presentes aquellas que proporcionan herramientas de trabajo.

  • Oficios que trabajan el hierro: herreros, cuchilleros..
  • Oficios que trabajan el cuero: curtidores, pellejeros, guarnicioneros
  • Oficios que elaboran recipientes para el transporte de productos: alfareros, toneleros, cesteros..
  • Oficios que elaboran productos suntuarios: plateros, orfebres…

Los artesanos se agruparon en asociaciones de ayuda mutua llamadas  “cofradías”, y “gremios”. En un primer momento el sentido de dichas agrupaciones era la de ofrecerse ayuda tanto espiritual como material entre los cofrades, posteriormente los gremios, aún teniendo un fuerte componente religioso, tratan especialmente de regular el oficio.

1.4. 3.4 La localización de la actividad económica en la ciudad

Las medidas que toman las ciudades en favor de la defensa de los derechos de los consumidores –los vecinos– no son fácilmente aplicables cuando el ejercicio de la compraventa se realiza de forma dispersa, por ello se tiende a concentrar la actividad comercial en lugares concretos, en el mercado de la villa. Los concejos no podían permitir la venta de productos fuera del mercado en primer lugar  porque era la forma en la que podían garantizar el abastecimiento y calidad de los productos y en segundo lugar porque era la única forma de asegurarse la percepción de los derechos bien en concepto de instalación de mercaderes y productos en la plaza, bien por la descarga de mercancías, por la venta de productos o por la utilización de pesas y medidas.

Reelaborado a partir de Historia de Avila T. III Edad Media. Coordinador Gregorio del Ser. Avila 2009 p. 81.

 

El mercado se celebraba en lugares públicos y amplios, en plazas y calles adyacentes. En la mayor parte de las villas se menciona que el mercado se celebraba en la plaza o en azogue, sin embargo la localización de éste no estaba tan claro, o por lo menos no siempre era en una plaza según el concepto que de ella tenemos actualmente. A veces se realizaba fuera de la muralla como en Ávila o Segovia, o a caballo entre la ciudad vieja y los nuevos arrabales como en Zamora en la plaza de San Juan en la confluencia de la ciudad vieja y los nuevos barrios surgidos en los siglos XII y XIII.

En poblaciones pequeñas podía celebrarse en el cementerio de la villa como es el caso de la villa de Bermeo, o en la iglesia de Santa María como en la villa de Guernica. O simplemente se llamaba plaza a la encrucijada de caminos o calles que proporcionaban un espacio mas amplio.

A finales del siglo XV aparecen mencionadas las “Casas del mercado” o las “Casas del azogue” . Parece que estas casas estaban destinadas exclusivamente al almacenamiento y venta del trigo y cereales, pues otros productos como la carne, el pescado o la regatería se vendían en otros lugares próximos que formaban parte del “mercado”. El pescado se llevaba a la red del pescado donde se le ponía precio y luego se vendía en la calle, en lugares concretos, al aire libre sin instalaciones estables. La carne se despachaba en las “tablas de carnicería” que generalmente eran del concejo y se arrendaban anualmente.

Los concejos también reglamentaron la localización de estas actividades mercantiles en función de la polución que producían. Las pescaderías se desplazaban hacia zonas donde sus desperdicios pudieran ser fácilmente evacuados, como en San Sebastián que se colocan junto al lienzo de la muralla que daba al río. Y las carnicerías si estaban en calles principales podían vender la carne pero no podían matar las reses en dichos locales para no ensuciar con su sangre y restos a los viandantes.

En las ciudades portuarias los muelles cobran gran importancia porque en ellos se desembarcaban buena parte de los productos destinados a la venta. Los primeros muelles en piedra no se empezaron a construir en el reino de Castilla hasta bien entrado el s. XV y se desembarcaba en las orillas de las riberas con el peligro consiguiente.

En las grandes ciudades podían diferenciarse espacialmente los barrios de comerciantes como el Barrio del Mar en Sevilla o los barrios de francos en las ciudades del camino de Santiago.