PR-F-008. Práctica 4.1

Sitio: OCW - Universidad de Cantabria
Curso: Historia Antigua II - Grecia y el mundo helenístico (2015)
Libro: PR-F-008. Práctica 4.1
Imprimido por: Invitado
Día: sábado, 23 de noviembre de 2024, 10:56

Tabla de contenidos

1. Tema 4 - Práctica 1

Comentario de texto.

 

Reformas de Clístenes en Atenas. Digresión sobre Clístenes de Sición, abuelo de su homónimo
Atenas, que ya antes era poderosa, vio por aquel entonces –al desembarazarse de sus tiranos– acrecentado su poderío. En la ciudad descollaban dos hombres: el alcmeónida Clístenes (precisamente el individuo que, según dicen, sobornó a la Pitia) e Iságoras, hijo de Tisandro, que pertenecía a una ilustre familia, si bien no puedo precisar su origen (los miembros de su familia, empero, ofrecen sacrificios a Zeus Cario). Estos dos sujetos se disputaron el poder y Clístenes, al verse en inferioridad de condiciones, se ganó al pueblo para su causa. Posteriormente, dividió en diez tribus a los atenienses, que a la sazón estaban agrupados en cuatro tribus, y abolió las mismas los nombres de los hijos de Ión (Geleonte, Egícoras, Árgaves y Hoples), imponiéndoles unos nombres derivados de otros héroes, todos locales a excepción de Áyax; héroe al que, pese a ser extranjero, incluyó en su calidad de vecino y aliado de Atenas.
Con estas medidas el tal Clístenes, a mi juicio, imitaba a su abuelo materno Clístenes, el tirano de Sición. Resulta que este último, debido a una guerra que había mantenido contra los argivos, como primera medida suprimió en Sición los certámenes rapsódicos basados en los poemas homéricos, ya que en ellos los argivos y Argos son elogiados muy a menudo. Port otra parte, dado que en plena ágora de Sición había (y sigue allí todavía un templete consagrado a Adrasto, hijo de Tálao, Clístenes se propuso fervientemente expulsar de la región a ese héroe por ser argivo. Se fue entonces a Delfos y preguntó al oráculo si podía expulsar a Adrasto. Pero la Pitia le respondió diciéndole que Adrasto era rey de Sición, en tanto que él merecía ser lapidado. En vista de que el dios se negaba a ello rotundamente, de regreso a su patria Clístenes se puso a fraguar un plan para que fuera el propio Adrasto quien se marchase. Cuando creyó haber dado con la solución, despachó emisarios a Tebas de Beocia manifestando que quería trasladar a Sición los restos de Melanipo, hijo de Astaco, cosa a la que accedieron los tebanos. Una vez trasladados a Sición los restos de Melanipo, Clístenes le dedicó un recinto en el mismísimo pritaneo y le erigió una estatua allí mismo, en el lugar más importante de la ciudad.
Clístenes hizo trasladar a Sición los restos de Melanipo (pues este punto requiere también una explicación), pues, en su opinión, era el peor enemigo de Adrasto, dado que había matado a su hermano Mecisteo y a su yerno Tideo. Y, tras haberle dedicado el citado recinto, privó a Adrasto de sacrificios y de fiestas, y se los adjudicó a Melanipo. Por cierto que los sicionios solían venerar a Adrasto con gran boato, ya que esa región había pertenecido a Pólibo, y Adrasto era nieto de Pólibo por parte de madre; además, al morir sin descendencia masculina, Pólibo entregó el poder a Adrasto. Pues bien, los habitantes de Sición veneraban a Adrasto con diversas ceremonias, entre las que, principalmente, destacaba la conmemoración de sus desventuras mediante coros trágicos (con ellos no veneraban a Dioniso, sino a Adrasto). Clístenes, por su parte, asignó los coros a Dioniso y el resto del ritual a Melanipo.
Estas fueron las medidas que había tomado con respecto a Adrasto. Por lo que se refiere a las tribus dorias, para evitar que los sicionios tuviesen exactamente las mismas que los argivos, les cambió los nombres por otros nuevos. Y, con tal motivo, se mofó descaradamente de los sicionios, pues permutó las denominaciones de las tribus por las palabras «cerdo», «asno» (y «lechón»), a las que simplemente añadió las desinencias; sólo exceptuó a su propia tribu, ya que el nombre que le impuso aludía al cargo que ocupaba. A partir de entonces los miembros de su tribu se llamaron Arquelaos, mientras que los de las demás recibieron, respectivamente, los nombres de Hiatas, Oneatas y Quereatas. Los sicionios utilizaron esos nombres para designar a sus tribus no sólo durante el mandato de Clístenes, sino también a su muerte, por espacio de sesenta años más. Finalmente, empero, se plantearon el caso y los cambiaron por los de Hileos, Panfilos y Dimanatas; y, a estas tres tribus, añadieron una cuarta, adoptando, en memoria de Egialeo, el hijo de Adrasto, el nombre de «Egialeos» para designar a sus miembros.

Éstas fueron, en suma, las medidas que Clístenes de Sición había tomado. Por su parte, Clístenes de Atenas, que era nieto del sujeto de Sición por parte de madre y que se llamaba así en su honor, también debía de sentir, a mi juicio, cierto desprecio personal hacia los jonios, y, para evitar que los atenienses tuviesen las mismas tribus que los jonios, siguió el ejemplo de su homónimo Clístenes. De hecho, lo cierto es que, cuando, por aquellas fechas, consiguió ganarse para su causa al pueblo ateniense (que hasta entonces se había visto marginado sistemáticamente), modificó Jos nombres de las tribus y aumentó su número, antes exiguo. En ese sentido, estableció diez filarcos en lugar de cuatro y, asimismo, distribuyó los demos, repartidos en diez grupos, entre las tribus. Y, como se había ganado al pueblo, poseía una notable superioridad sobre sus adversarios políticos.

Heródoto, Historia, 5, 66-69
[Traducción de Carlos Schrader, Editorial Gredos, Madrid, 1981]