PR-F-018. Práctica 6.3
Sitio: | OCW - Universidad de Cantabria |
Curso: | Historia Antigua II - Grecia y el mundo helenístico (2015) |
Libro: | PR-F-018. Práctica 6.3 |
Imprimido por: | Invitado |
Día: | jueves, 21 de noviembre de 2024, 15:12 |
1. Tema 6 - Práctica 3
Comentario de texto:
Grecia tras la muerte de Alejandro Magno
Cuando aún se hallaba en este destierro que hemos dicho, murió Alejandro y se trató de sublevar de nuevo a los griegos, mostrándose Leóstenes hombre esforzado, y encerrando a Antipatro en Lamia, ante la que corrió un muro; pero Piteas el orador y Calimedonte de Carabis, huyendo de Atenas, abrazaron el partido de Antipatro, y corriendo las ciudades con los amigos y embajadores de éste, impedían a los griegos el rebelarse y dejarse seducir por los atenienses. Demóstenes, incorporándose por sí mismo con los embajadores de Atenas, se esforzaba y trabaja con ellos para que las ciudades se arrojaran sobre los macedonios y los echaran de la Grecia; y en Arcadia dice Filareo que riñeron y se denostaron Piteas y Deinóstenes, hablando en la junta pública el uno por los macedonios y el otro por los griegos. Cuéntase haber dicho en esta ocasión Piteas que así como cuando vemos que se lleva leche de burra a una casa al instante pensamos que precisamente hay alguna enfermedad, del mismo modo no puede menos de estar doliente una ciudad adonde llega una embajada de los atenienses; y que Demóstenes convirtió la comparación, diciendo que la leche de burra se da para la salud, y también los atenienses buscan con sus embajadas salvar a los enfermos, lo que fue tan del gusto del pueblo de Atenas, que decretó la vuelta de Demóstenes. Escribió el decreto Damón Peaniense, sobrino de Demóstenes, y se le envió una galera a Egina. Desembarcó en el Pireo, y no quedó ni arconte, ni sacerdote, ni nadie que no saliese a recibirle, sino que acudieron todos y le dieron las mayores muestras de aprecio, diciendo Demetrio de Magnesia que entonces tendió al cielo las manos y se dio el parabién de aquel dichoso día, por cuanto su vuelta era más lisonjera que la de Alcibíades, recibiéndole los ciudadanos por movimiento propio, y no violentados de él. Tenía, sin embargo, sobre sí la pena pecuniaria, porque no había facultad para remitir una condenación; y lo que hicieron fue eludir la ley, pues siendo costumbre en el sacrificio de Júpiter Conservador dar una cantidad a los que componían y adornaban el altar, le dieron este encargo a Demóstenes, graduándole por él cincuenta talentos, que era el importe de la multa.
Plutarco, Vidas paralelas. Demóstenes, 27.
[Traducción de A. Ranz Romanillos, Editorial Espasa Calpe, Madrid, 1957]