La primera y fundamental división de los textos latinos se establece según el soporte material de los mismos: unos fueron inscritos en un material más sólido y duradero  -piedra, metal, cerámica, madera, etc.-, grabados más que  escritos  propiamente, y de acuerdo con esta característica común se agrupan bajo el nombre de textos epigráficos o inscripciones; por otra parte se incluyen como textos no-epigráficos los demás, escritos sobre material más blando y perecedero -papiro, pergamino, papel, etc.-.

 

epigrafia

Epigrafía. Inscripción latina sobre piedra. Museo Arqueológico de Split, Croacia

 

Si bien la Filología originalmente comprendía el estudio de toda clase de textos, poco a poco se fue desarrollando una ciencia específica para los epigráficos, la Epigrafía, quedando a cargo de la  Filología el estudio particular de los textos no-epigráficos. Como esta asignatura se refiere a la Filología latina, prescindiremos de los textos epigráficos y examinaremos los parámetros que conviene utilizar para establecer una clasificación de las fuentes latinas no-epigráficas. Un criterio suficientemente claro para nuestra mentalidad y para los textos de nuestra época y cultura es el que separa los textos literarios de los no-literarios. Este mismo criterio nos servirá para la clasificación de los textos latinos, aunque hay que advertir que en la cultura greco-romana lo literario impregna incluso los textos científicos, y que en particular la historiografía antigua debe ser situada, a diferencia de la moderna, entre las obras de carácter literario o artístico.

 

Fuentes literarias:

1. Historiografía, Biografía y Hagiografía (Vidas de Santos). Bajo este epígrafe incluimos los textos que tienen como característica común el presentar en forma de relato una serie de acontecimientos que discurren y se enlazan unos con otros en un especio cronológico determinado. Para ellos la noción de diacronía es fundamental y están destinados a la lectura y no a la representación. Dentro de este género narrativo existen varios tipos de obras: historias, anales, crónicas, biografías y vidas de santos, y en todos ellos se mezcla la finalidad estética con la didáctica  moralizante. Destacaron en el cultivo de la historia autores como César (De bello Gallico y De bello civili), Salustio (De coniuratione Catilinae, Bellum Iugurthinum e Historiae), Tito Livio (Ab urbe condita), Tácito (De vita et moribus Iulii Agricola, Germania, Dialogus de oratoribus, Annales e Historiae) y Amiano Marcelino (Historiae) entre los paganos; y los cristianos: Rufino de Aquileya, Jerónimo y Orosio. Cultivaron la biografía Cornelio Nepote (De viris illustribus) y Suetonio (De vita Caesarum y De grammaticis et retoricis). Escribieron vidas de santos: S. Jerónimo (De viris illustribus, Vitae Pauli, Hilarionis et Malchi), Sulpicio Severo (Vita Martini), Paulino de Milán (Vita Ambrosii) y Posidio (Vita Augustini).

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Tito Livio, autor de Ab urbe condita

 

2. Cartas, que pueden ser auténticas, es decir, dirigidas en un momento dado a un destinatario - y dentro de éstas unas son más literarias que otras - o de puro ejercicio literario. El género epistolar aparece muy pronto en la Antigüedad, pero su mayor desarrollo lo conoció en la época tardía. Destacan las colecciones de cartas de los máximos representantes de la epistolografía antigua: los paganos Cicerón, Plinio el Joven y Séneca, y los cristianos S. pablo, Cipriano de Cartago, S. Jerónimo, Ambrosio de Milán, Paulino de Nola y S. Agustín.

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Estatua de Séneca en Córdoba.

 

3. Discursos. Los textos pueden pertenecer al género político o deliberativo (Catón, Tiberio y Cayo Graco), judicial (Cicerón) y epidíctico durante la Republica; en la época imperial destacan los Panegíricos destinados a ensalzar la labor de los emperadores.

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Cicerón, escultura de Bertel Thorvaldsen, 1800

 

4. Obras literarias en sentido estricto: novelas, teatro, poemas épicos, líricos y satíricos. Aunque son obras de ficción, no pueden dejar de reflejar la mentalidad y los problemas de la época en que fueron escritas y por ello sus noticias, aunque indirectas, son a veces de gran importancia para la reconstrucción de la vida y la sociedad del mundo romano. Entre las novelas hay que mencionar el “Satiricón” de Petronio y las “Metamorfosis” o “El asno de oro” de Apuleyo. Entre los autores de teatro destacaron Livio Andrónico, Nevio y Ennio en la composición de tragedias, y Plauto y Terencio en la de comedias. Muchos e ilustres fueron los poetas latinos, que compusieron poesía épica (la “Eneida” de Virgilio), lírica (Catulo, Horacio, Tibulo, Propercio y Ovidio) y satírica (Lucilio, Marcial y Juvenal).

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Petronio, autor de Satiricón

 

Fuentes no-literarias:

No debemos olvidar que en la Antigüedad todo escritor de una obra, cualquiera que fuese el contenido de ésta, adoptaba el comportamiento de un escritor de literatura; es decir, hacía obra literaria en el sentido actual de la palabra.

1. Obras de carácter técnico: ocupan el lugar de nuestros manuales, tratados y enciclopedias de las distintas ramas de la ciencia y la técnica. Los autores tratan de exponer un sistema o una disciplina, haciendo aparecer la verdad. Es, pues, una literatura esencialmente didáctica y pretende fundamentalmente enseñar. Conocemos la existencia de tratados de agricultura (Catón, Varrón, Columela y Paladio), de arquitectura (Vitrubio), de medicina (Escribonio Largo, Cornelio Celso y Galeno), de arte culinario (Antimo y Apicio), de agrimensura (Frontino, Higinio y Balbo), de arte militar (Vegecio), de ciencias naturales (Plinio el Viejo), de geografía (Pomponio Mela) y Enciclopedias (Catón, Varrón y Marciano Capella).

plinio-viejo

Plinio el Viejo

 

2. Obras de carácter doctrinal. Con esta denominación nos referimos a todos aquellos textos que contienen una doctrina específica e intentan inculcarla a sus lectores. Según la temática, llevarán un nombre adecuado: tratados filosóficos (Cicerón, Séneca, Apuleyo, S.Agustín y Boecio), tratados teológicos (Ennio, Varrón, Cicerón y Nigidio Fígulo), tratados políticos (Catón y Cicerón) y la apologética cristiana (Cipriano de Cartago, Minucio Félix, Tertuliano, Arnobio, Lactancio y Fírmico Materno).

Tertullian

Tertuliano, padre de la Iglesia y teólogo

   

3. Fuentes documentales, que comprenden los llamados "documentos de archivo":

  • públicos: actas y tratados internacionales, senadoconsultos, edictos, decretos y leyes emanadas de la cancillería imperial.
  • privados: contratos de compraventa, testamentos, diplomas militares, certificados de fe (libelli) durante las persecuciones.

 

4. Colecciones de leyes. El derecho se formula originariamente a medida que las situaciones lo requieren, para resolver los problemas que en cada momento se presentan en la sociedad, y del modo apropiado a la forma de ser de ésta. El conjunto de normas así formuladas constituye la literatura jurídica. Diversos son los juristas romanos, desde la República (Elio Sexto), pasando por la época del Imperio, hasta llegar a los edictos de los emperadores, como el Codex Gregorianus, el C. Hermogenianus y el C. Theodosianus (s. V). Estos son los predecesores del Corpus Iuris Civilis (s. VI) de Justiniano, fuente principal del derecho romano y recopilación de todos los edictos anteriores.

Cuando hablamos de textos literarios en sentido moderno, nos referimos a los textos creados con intención estética fundamentalmente, plasmada sobre todo en una estilización  artística del lenguaje. Esa estilización consiste en llevar hasta el límite algunos de los recursos de la lengua, distorsionándolos incluso. En algunos casos se recurre a la indefinición y vaguedad, a lo oscuro, ambiguo y  hasta  contradictorio e  incoherente;  otras veces nos sorprende la riqueza y complejidad de significados con que van sobrecargados los significantes. El lenguaje literario exprime los signos mucho más que el lenguaje corriente. El resultado es una menor redundancia y una mayor dificultad para captar el mensaje, que requiere una atención especial y una percepción también especial de los recursos  artísticos  utilizados.  Estas características  son comunes a todos los textos literarios escritos en cualquier lengua y por eso se hallan también en los textos latinos. Pero, justamente por ser comunes, no necesitan un análisis más detallado. En cambio, sí interesa subrayar algunos rasgos particulares de lo literario en la cultura latina antigua:

-En la cultura  romana la literatura  escrita estaba mucho más próxima a la oral que en la nuestra.  La publicación  de  las  obras  mediante  copias  manuscritas  nunca  adquirió  allí  gran importancia. Esta forma de publicación no se corresponde con el carácter de la sociedad romana ni con la concepción de  la vida  literaria  como  un  intercambio  entre amigos  nobles  y cultivados, que descansan de la vida política ocupándose de las musas, ni sobre todo con el criterio que ve en la obra literaria algo que no  merece la pena ser leído en voz baja, sino escuchado. La gran mayoría de textos no fueron  conocidos  primero  mediante copia escrita, sino a través de la lectura, dada generalmente en reuniones familiares y privadas de los amigos del autor. Quien disfrutaba de una buena posición social invitaba a la primera lectura sólo a unos cuantos amigos, muy cultos, y esperaba de ellos no sólo un juicio sobre el conjunto, sino también sugerencias concretas de corrección.  Fuera de la novela, la carta en prosa, al estilo de las de Cicerón, era el único género literario que,  al menos en cuanto  a la intención, se destinaba  a la lectura  privada y no a la pública.

La lectura pública era decisiva para el destino de la obra, el camino más fácil y eficaz para hacer valer lo escrito. Pero también casi el único, ya que difícilmente se comprometería   un "empresario de libros" - bibliopola - a hacer reproducir a sus expensas  un manuscrito que no hubiese  alcanzado  ya fama  a  través  de  la lectura  en  los círculos  cultivados.  Esta  forma de publicación "oral" de las obras literarias es también decisiva en otro sentido: obliga al autor a concebir su obra para un  auditorio concreto. Y esto le condiciona sobre  todo a elaborar especialmente  los recursos lingüísticos sonoros y, en general, a introducir  más efectismos y espectacularidad que en las obras destinadas a la lectura privada y silenciosa.

Aparte  de esto, el destino  de la literatura  latina entera acabará ahogado durante la época imperial por la Retórica, con la que siempre había estado estrechamente ligada, como veremos en el punto siguiente.

-Para comprender la actitud del escritor y del público en aquella sociedad, hay que ponderar la influencia predominante de la retórica (el arte de hablar para convencer) en la educación, la formación, la vida práctica y la cultura del hombre antiguo, y en particular romano. Por una parte, el hombre romano en cuanto escritor no podía prescindir de la formación retórica y sobre este fundamento construía su obra, de cualquier  género  que  fuese, con tal que trascendiera  el campo puramente técnico - considerado por el mundo romano como poco noble para merecer tratamiento literario-, y según las normas retóricas organizaba la expresión. Por otra parte, el otro polo del circuito literario, el público, poseía la misma formación retórica y hacía, por tanto, más o menos conscientemente, referencias al mismo sistema del autor, sistema que de esta forma venía a asumir la función de código. Este código retórico era, dentro de la literatura, el que dominaba  y abarcaba todos los demás, pues, si cada género literario llegaba a tener su propio modo de expresión, su propia "lengua" -con diferencias muy notables entre unas y otras-, a todos les unía un estilo común impuesto por la lengua soberana, la de la oratoria.

-Conviene recordar que el ideal del arte como "creación", casi connatural a nuestra cultura, empieza a imponerse en el s. XVIII con el movimiento romántico. Hasta entonces la ideología tradicional concebía siempre el arte como "imitación". Significa esto, sobre todo, que el trabajo artístico ha de copiar siempre algo creado ya con anterioridad, alguna realidad natural preexistente. Además de la imitación del contenido o del tema de las obras, el artista antiguo practica la imitación  formal  y se inspira siempre en alguna obra consagrada  por la tradición como modelo. Es normal y hasta meritorio tomar de los modelos elementos de todo orden - temas, imágenes, recursos de estilo, etc. - con tal de combinarlos de forma que la obra tenga su propio cuño. Por  eso  para comprender una obra  literaria  antigua,  se  hace  imprescindible averiguar, antes que nada, con qué modelos se ha propuesto rivalizar el autor.

-Junto a la autoridad de los grandes modelos y de la retórica presionan sobre el escritor los preceptos de la Teoría Literaria con mucho mayor rigor que en la actualidad. Imitando a la Retórica que distinguía  tres géneros de discursos -deliberativo, judicial  y epidíctico -  la Teoría literaria inventó tres géneros en prosa y en verso: el épico (poesía, cuentos y novelas), el dramático (comedia y teatro) y el lírico, generalmente en verso. Tal como se concibe, esta clasificación tiene un fundamento  mucho  más "sociológico" que literario. En efecto, a cada género le corresponden unas parcelas de la realidad, clasificadas según grados de dignidad: lo noble, lo medio, lo bajo, y un estilo adaptado al nivel de dignidad del tema: estilo elevado, estilo medio, estilo sencillo. Pero las delimitaciones entre lo bajo y lo medio y entre lo medio y lo elevado eran muy imprecisas.

 
Última modificación: viernes, 9 de junio de 2017, 13:37