3.4 La huella humana en los paisajes de las regiones frías
En las regiones frías la mayor parte de los organismos se encuentran en condiciones límite por lo que la aparición de cualquier nuevo factor de estrés puede implicar de forma casi instantánea la desaparición de muchas especies o alterar gravemente el equilibrio preexistente. Sin embargo, una vez desaparecido ese factor perturbador, la recuperación requiere mucho tiempo ya que el crecimiento de las plantas es extremadamente lento y pueden ser necesarios varios siglos para que la vegetación alcance un estadio maduro.
Eso explica que dentro de cada bioma la vegetación forme un mosaico con unidades bien diferenciadas y sin relación aparente con los condicionantes físicos: la mayoría de estos territorios han soportado una presencia humana a lo largo del tiempo y aunque las densidades de población han sido siempre muy bajas, los impactos producidos por cada grupo se reflejan durante siglos en los distintos ecosistemas (a lo que hay que unir los efectos de las adversidades naturales: incendios causados por rayos, mortandad por plagas, etc). De este modo, cada una de las unidades mencionadas representa una etapa diferente en los procesos de sucesión vegetal y el paisaje, en su conjunto, es mucho menos “natural” de lo que se tiende a creer ante la inmensidad de los diferentes ambientes y las dificultades que impone el clima.
La vegetación forma un mosaico en el que muchas unidades son consecuencia de antiguos impactos o alteraciones humanas. Foto: abedular, pinar y abetal en Grundsunda (Suecia). |
De todos los factores de presión que existen en la actualidad los que tienen consecuencias más graves para el equilibrio natural son los asociados a:
- La intensificación de la ganadería y la instalación de cierres.
- La explotación forestal.
- La sobrepesca.
- La explotación de los recursos energéticos (hidroeléctricos, extracción de hidrocarburos...)
La explotación forestal no es nueva ya que la madera ha sido, desde la prehistoria, la materia prima más importante con la que han contado los habitantes de estas regiones. El aprovechamiento fue sostenible mientras tuvo por objeto la satisfacción de las necesidades de la población local ya que ésta era muy reducida y el ritmo de explotación hacía posible la regeneración del bosque. Sin embargo, a lo largo del último medio siglo estas regiones han dejado de ser marginales y se han integrado rápidamente en los escenarios internacionales convirtiéndose la madera en su principal fuente de recursos. La explotación del bosque, orientada a la exportación, se ha intensificado y extendido a través de todo el territorio superando en mucho el umbral de la sostenibilidad y suponiendo una seria amenaza para la conservación del bosque boreal en algunas regiones.
Finlandia, por ejemplo, es el país con mayor superficie forestal de Europa (86%). Sin embargo, sostiene una de las industrias madereras más intensivas del mundo y es uno de los principales exportadores de papel a costa de permitir una rápida fragmentación de las superficies arboladas (de las que dos terceras partes son privadas) y la desaparición de amplias superficies de bosques primarios. Aunque el país cuenta con una buena red de espacios protegidos, esta tendencia amenaza seriamente a numerosas especies necesitadas de grandes territorios y está produciendo cambios ambientales y paisajísticos irreversibles a escala humana.
La sedentarización de la población, la “modernización” de los modos de vida y la integración de la economía están intensificando la presión sobre los ecosistemas de las regiones frías afectando, en particular a la tundra arbolada. Foto: Kautokeino, “capital” de la Laponia noruega. |
La tundra arbolada es la zona más vulnerable frente a la presión humana. En ella se asienta una población que tiende a aumentar rápidamente como consecuencia de la sedentarización de los antiguos nómadas y de políticas de desarrollo acompañadas por la instalación de industrias. La presión sobre las masas arboladas para aprovechar la madera, ampliar las superficies de pastos o, simplemente, por los daños causados por el ganado, está suponiendo una disminución de los árboles y un avance hacia el Sur de los ambientes de la tundra exclusivamente herbácea, mucho más pobre que la arbolada.
En la región de Arkhangelsk y en la república de Komi, ambas en Rusia, se citan avances de 40 a 100 km de los ambientes de tundra a costa de los forestales en tan sólo medio siglo como consecuencia de la presión humana.
Una situación similar se produce en los bosques planifolios de las regiones frías del Hemisferio Sur: el crecimiento de los árboles es tan lento que su explotación o incendio suponen una degradación irreversible a escala humana y su sustitución por ambientes esteparios o de seudotundra.
Otro problema es el originado por el fuerte aumento que están experimentando la caza y la pesca ya que ambas se ceban en un número limitado de especies que, normalmente, presentan un escaso dinamismo demográfico y se sitúan en los niveles superiores de las cadenas tróficas: ballenas, osos, mustélidos, grandes ungulados... La desaparición (o la fuerte reducción del número de alguno de estos animales) produce impactos muy importantes en el conjunto de los ecosistemas.
Sin embargo, la sobrepesca que podría resultar más desastrosa es la del krill, animal que desempeña un papel irremplazable en los ecosistemas marinos antárticos y del que depende la alimentación de un buen número de especies. Regulada mediante acuerdos internacionales, ha logrado frenarse dentro de unos límites tolerables.
Interrogantes planteados por el cambio climático
Las regiones subpolares del Hemisferio Norte son las que están experimentando un calentamiento más rápido y, probablemente, las que van a sufrir alteraciones ambientales más importantes como consecuencia del cambio climatico actual.
En el centro de los inlandsis antártico y groenlandés no son previsibles cambios significativos para la vida ya que las condiciones son excesivamente adversas y seguirán siéndolo aún en el caso de que se registre un calentamiento de algunos grados. Sin embargo, en el mar hay que prever una fuerte reducción de la superficie ocupada por la banquisa que, en el Ártico, podría incluso llegar a desaparecer a lo largo del presente siglo, y una alteración de las corrientes que, sin duda, modificarán de manera muy significativa la productividad de las distintas regiones del océano y la distribución de numerosas especies.
Sobre los continentes situados a latitudes más bajas, los efectos serán muy importantes también: por una parte, muchos glaciares retroceden “liberando” una superficie que podrá ser colonizada por los seres vivos, por otra, los veranos tienden a alargarse y a caldearse permitiendo una prolongación del periodo vegetativo y un incremento de la productividad en los ecosistemas de la tundra y del bosque boreal. Por último, el calentamiento modificará las precipitaciones lo que, unido a la desaparición del permafrost y de la cubierta nival, producirá importantes cambios en los recursos hídricos disponibles para la vida.
Pero, además, el clima será menos desfavorable que en la actualidad para las personas lo que permitirá la instalación de más gente y más actividades económicas. En consecuencia, es previsible que se produzcan cambios en los usos del suelo y en los aprovechamientos humanos que, inevitablemente, implicarán una mayor presión sobre el medio y tendrán importantes repercusiones biogeográficas.
El calentamiento está produciendo un desplazamiento latitudinal y altitudinal de las franjas de vegetación que puede suponer la desaparición de las especies menos dinámicas o más exigentes y la alteración del conjunto de los ecosistemas. Además, está facilitando la extensión de las actividades humanas lo que implica una reducción de las superficies que hasta ahora se conservaban en un estado más próximo al natural. Foto: Balsfjord (Noruega), escalonamiento altitudinal de la vegetación y de los usos del suelo. |
Está comprobado que cuando se produce un calentamiento las especies tienden a desplazarse en dirección a los polos para mantenerse dentro de su “clima ideal”. De este modo, los bosques caducifolios de las regiones templadas ganan terreno a costa del bosque boreal mientras que éste avanza hacia la tundra que, a su vez, se instala sobre áreas anteriormente cubiertas por el hielo. Hasta el presente, todos estos cambios se han verificado siempre con una gran lentitud permitiendo la adaptación y la colonización del territorio a la mayoría de las especies.
Los cambios ambientales producidos por el calentamiento global contribuyen a acelerar la crisis de los modos de vida tradicionales cuyo abandono está teniendo un fuerte impacto paisajístico (cambios en los patrones de aprovechamiento del territorio, modificación de la presión ejercida sobre las distintas especies, utilización de los recursos...) Foto: lapones nómadas en Kautokeino (Noruega) |
Sin embargo, el cambio actual no tiene precedentes ya que se está produciendo a una velocidad extraordinaria y afecta a una cubierta vegetal fragmentada por las actividades humanas: los ambientes más “naturales” forman manchas rodeadas de espacios humanizados y carecen de la continuidad necesaria para garantizar que todas las especies puedan irse desplazando en su migración hacia el Norte. Es evidente que algunas especies (y, entre ellas, la mayoría de los animales) son capaces de dispersarse muy deprisa y colonizar nuevos territorios pero otras requieren mucho más tiempo y no son capaces de atravesar zonas artificializadas por lo que se exponen a desaparecer.
Dado lo anterior, hay que imaginar que la mayoría de los ecosistemas se desplazarán en dirección hacia el polo (o hacia las cumbres) pero que, al hacerlo, sufrirán alteraciones importantes motivadas por la desaparición de muchas de sus especies y la incorporación de algunas otras propias de los ambientes preexistentes pero que, habiendo quedado rezagadas, son capaces de adaptarse a las nuevas circunstancias.
Es muy probable que algunos biomas, tales como la tundra, queden muy menguados y que numerosas especies dejen de encontrar lugares favorables para vivir y terminen desapareciendo. Las más vulnerables son las más especializadas (y exclusivas) de los medios polares, desde el oso polar, que necesita los hielos de la banquisa para obtener su alimento, hasta los pequeños organismos extremófilos que viven en el hielo o en los desiertos y que no tienen equivalente en ninguna otra región del mundo.
Muchas de las tendencias descritas se están observando ya (avance hacia el polo de la mayoría de las especies, alargamiento de los ciclos vegetativos e incremento de la productividad, alteraciones en los patrones y calendarios migratorios de numerosos animales, confinamiento en áreas cada vez más reducidas de las especies propias de los ambientes más extremos...). Sin embargo, en el momento actual, los efectos a largo plazo de dichas tendencias son desconocidos y los interrogantes suscitados por el cambio climático son mucho más numerosos que las certezas.
El oso polar, que necesita los hielos de la banquisa para cazar, es uno de los animales amenazados por la rápida fusión de los hielos que recubren el Ártico y se ha convertido en un símbolo para la conservación. |