Los desiertos son muy desfavorables para la mayoría de las actividades humanas y han permanecido prácticamente despoblados hasta la actualidad. En ellos la agricultura solo es posible en los oasis mientras que en el resto del territorio hasta hace poco tiempo la única actividad posible ha sido una ganadería extensiva y de carácter generalmente nómada. Por esta razón, la mayor parte de la población se concentra en los oasis, que no ocupan más que un pequeño porcentaje de la superficie total, están superpoblados y sufren una intensa presión humana, mientras que el resto del territorio acoge una proporción ínfima de personas que se distribuyen y desplazan continuamente a través de grandes extensiones.

Los oasis se sitúan en valles o depresiones y suelen tener un origen natural asociado a la existencia de fuentes o al paso de un río permanente. Sin embargo, tal y como los conocemos, la mayoría de ellos son espacios artificiales que se mantienen mediante un complejo sistema de distribución del agua (pero también de relaciones sociales).  De este modo, el agua hace posible la agricultura y ésta determina las características de una vegetación en la que cada elemento desempeña un papel cultural. 

 

050.-Palmyra,-oasis    087.-Desierto

Los oasis concentran la mayor parte de la población y han permitido el desarrollo de una agricultura que se ha integrado entre los ambientes de los medios áridos formando auténticos ecosistemas culturales. El resto del territorio es recorrido por pastores nómadas que han sabido adaptarse al medio desértico y que no lo han alterado significativamente. 

Foto: Palmyra (Siria) y nómadas en el desierto de Irán.

 

La especie más característica de los oasis africanos es la palma datilera (Phoenix dactylifera), planta de origen asiático que se cultiva desde la antigüedad y que hoy ha desaparecido en estado natural. Aunque los oasis son difíciles de imaginar sin ella, se trata de una especie introducida. A su sombra es frecuente encontrar un estrato intermedio compuesto por frutales (naranjo, melocotonero, granado...) y otro herbáceo con productos de huerta, alfalfa y cereales. Las plantas autóctonas permanecen en segundo plano aunque no desaparecen ya que se intercalan en las márgenes de los canales, en los espacios sin uso o formando setos vivos, frecuentemente ramoneados por el ganado.

Alrededor de los oasis la agricultura desaparece pero el territorio es utilizado por los habitantes de los núcleos como zona de pasto para su ganado y para la recogida de leña u otros combustibles naturales (que siguen siendo la principal fuente de energía de las comunidades más pobres). Esto hace que en un radio de una decena de kilómetros la presión sobre la vegetación sea muy fuerte y que las comunidades que se pueden observar estén muy empobrecidas y transformadas favoreciendo, sobre todo, a las plantas nitrófilas y a las que son dispersadas por el propio ganado. 

 

Sidi-Mansour,-Tunez 

La recolección de leña y plantas para ser usadas como combustible produce un fuerte impacto en la vegetación de las márgenes de los desiertos y áreas próximas a los núcleos contribuyendo a la expansión de los mismos.  

Foto: Mujeres transportando combustible en Sidi Mansour (Túnez).

 

En contraste con todo lo anterior, el resto del territorio presenta una apariencia bastante próxima a la “natural” en la mayor parte de su superficie. La vegetación de los desiertos crece con mucha lentitud y tarda mucho en recobrarse en caso de sufrir una degradación importante pero, en cambio, las distintas especies se benefician de su elevado grado de especialización y de la escasa biodiversidad por lo que encuentran poca competencia y “recuperan” fácilmente su territorio una vez que desaparece el factor de presión.

Con algunas variantes dependiendo de la cultura de cada región, esta situación se ha mantenido hasta la segunda mitad del siglo pasado denotando unos modos de vida bien adaptados a las condiciones de los desiertos y relativamente “sostenibles”. Sin embargo, a lo largo de los últimos años, la relativa autarquía de las sociedades del desierto ha desaparecido y la progresiva integración de estas regiones está causando importantes impactos ambientales asociados, entre otros, a los hechos siguientes:

  • Sustitución de la agricultura de autosubsistencia, variada y adaptada al medio, por otra de exportación, intensiva y muy agresiva ambientalmente (grandes regadíos, uso de fertilizantes y pesticidas, desaparición de los espacios intersticiales que servían de refugio a las especies autóctonas...).
  • Desaparición de especies, razas o variedades autóctonas presentes tradicionalmente en los oasis pero que han dejado de considerarse útiles o que son incapaces de sobrevivir en esos nuevos ambientes. Al mismo tiempo, irrupción de numerosas especies exóticas que, a veces, se instalan desplazando a las locales. 
  • Privatización y sobreexplotación de los recursos hídricos lo que agudiza su escasez y acarrea una pérdida de calidad de los mismos (mayor salinidad, contaminación por agroquímicos...).

 

Uzbekistan,--055,-Amu-Darya-en-Urgench 

La puesta en regadío de algunos grandes valles de los desiertos permite obtener elevados rendimientos agrarios pero causa impactos ambientales muy graves en los ecosistemas desérticos. El cultivo intensivo de algodón en los valles de Asia Central consume la totalidad del caudal de sus ríos lo que ha hecho desaparecer el Mar de Aral y produce unos niveles de contaminación intolerables para personas y animales. 

Foto: Amu Darya en Urgench (Uzbekistán).

  • Generación de gran cantidad de residuos que el medio desértico no es capaz de integrar y que influyen en la fauna.
  • Incremento de la presión sobre los espacios no aprovechados que se consideran sin interés y son muy poco valorados por la población (vertido de residuos, caza con armamento militar...)

 

Última modificación: martes, 18 de julio de 2017, 12:45