1. Módulo 3. Las economías urbanas

1.2. 3.2 La actividad comercial: mercados y ferias

Mercados

La principal actividad comercial de la ciudad se desarrollaba en su mercado urbano, ya fuera diario, semanal o el extraordinario ferial.

 

El abastecimiento diario de productos alimenticios fue la preocupación fundamental de las corporaciones municipales. Garantizar los suficientes productos alimenticios les llevó a generar políticas proteccionistas que aplicaron con todo rigor. No se podían sacar trigo, vino ni cualquier otra vianda de las ciudades hasta que sus vecinos no se hubieran proveído. En aquellos territorios deficitarios de cereal como el norte de la Península Ibérica, en las llamadas “tierras de acarreo”, se obligaba a todo mercader que quisiera comprar productos en sus mercados para llevarlos fuera de la villa, que aportara, al entrar con sus bestias, trigo o cereal para su mercado. Esta normativa se cumplía de forma rigurosa en la villa de Bilbao donde muchos mercaderes terrestres acudían a comprar y no podían hacerlo si no entraban en la ciudad con sus acémilas o medios de transporte cargados con trigo para venderlo, a cambio podían sacar el codiciado hierro.

Se velaba también por evitar el fraude en el ejercicio de la compraventa. El concejo, por medio de los regidores, fijaba diaria o semanalmente los precios de los productos a la venta y vigilaba que no subieran. Controlaba también la calidad de los productos vendidos, que estuvieran en buen estado, especialmente los pescados, o que no se modificaran las calidades, vendiendo a un precio productos de menor calidad. Revisaba las pesas y medidas confeccionando unos patrones que todos los vendedores debían de copiar, imponiendo grandes penas a quienes alteraran las dichas medidas.

Al mercado urbano acudían primordialmente los vecinos para abastecerse de lo necesario y también estaban presentes numerosos arrieros, acemileros, regatones y revendedores que trataban de comprar al por mayor para revender dichos productos fuera de la ciudad, en el entorno rural circundante. En todas las ciudades hay una amplia presencia de estas personas, incluso en la villas de menor tamaño, ya que cumplían un papel fundamental de redistribución de productos en la región. A los mercados de las ciudades llegaban todo tipo de mercancías y desde ellas se repartían hasta zonas lejanas y son estos mercaderes terrestres de corto o medio alcance quienes extienden por la red de caminos todo lo necesario en el mundo rural.

Junto a este mercado de productos de primera necesidad que implicaba a mucha población bien como compradores o como vendedores y que movía gran cantidad de mercancías y de dinero está el gran comercio ejercido por los grandes mercaderes. Estos mercaderes debido a la importancia de sus familias, de sus contactos con ciudades lejanas y posiblemente también por el tipo de productos comercializados de gran valor, han traspasado las fronteras del anonimato y son los que han dejado huella informativa, ayudándonos a comprender la complejidad del negocio en los últimos siglos de la Edad Media.

Los grandes mercaderes no se ocupaban tanto del mercado urbano como de los intercambios a larga distancia con productos que ofrecían importantes ganancias. No estaban presentes en todas las ciudades sino en aquellas que movían gran volumen de negocio, donde también se encontraban asentados los mercaderes extranjeros y donde estuvieran instalados los cambistas mas reputados.

La complejidad de la actividad comercial a gran escala generaba numerosos problemas a resolver y por ello desde fechas tempranas del siglo XIV comienzan a establecerse normativas aplicables a quienes practican el oficio de la mercadería. La normativa legal mas conocida es la recogida en el Libro del Consulado del Mar, que se aplicaba en la zona del Mediterráneo y la de las Leyes de Layron (Leyes de Olerón) aplicada en la zona del Atlántico.

 

Ferias (Según Antonio del Barrio: La plaza mayor de Medina del Campo)

Con el desarrollo de la actividad comercial y la acuñación de la moneda, el comercio interregional realizado por los mercaderes viajantes  que llevaban  sus productos en carros o en bestias, se hizo mas extenso dando ocasión a la generación de mercados regionales que adquirieron gran renombre originándose de este modo las Ferias.

 

Las Ferias tenían su propia reglamentación, se celebraban en fechas prefijadas y en lugares señalados. Las primeras fueron las de la región de Champagne y posteriormente se generalizaron en toda Europa. Se facilitó el intercambio comercial con la aparición de la letra de cambio, los cambistas, las compañías mercantiles pasando de  una práctica comercial totalmente itinerante a otra en la que se combinaba esta con la figura del mercader sedentario. En el siglo XV tenemos una red de Ferias importantes en toda Europa desde Amberes, Ginebra, Lyon hasta la renombrada de Medina del Campo.

Las Ferias de Medina del Campo creadas a comienzos del Siglo XV por Fernando de Antequera, señor de la Villa, se fueron consolidando como las mas importantes del reino de Castilla, y comparables con la de Amberes en opinión del viajero Pero Tafur que viajó por toda Europa entre los años 1436 y 1439. En 1491 los Reyes Católicos le concedieron la consideración de Feria General del Reino.

La situación geográfica de Medina del Campo era inmejorable, en el centro del Reino y de la Península y cruce de grandes rutas que van de Burgos a Toledo y Portugal. Se celebraban dos veces al año en Mayo y Octubre y tenían una duración de 50 días cada una, siendo su carácter internacional. Acudían a dicha feria hombres de negocios de los reinos peninsulares de Aragón Navarra, Portugueses y también franceses, flamencos, e italianos siendo especialmente abundantes los comerciantes florentinos y genoveses. Los productos que acudían a la feria eran extremadamente variados, en primer lugar los alimentos entre los que cabe destacar los vinos, aceites y especias hasta llegar a los productos de lujo principalmente telas de alta calidad. Pero las especialidad de la Feria de Medina del Campo eran dos. Por un lado la contratación de las lanas de las ovejas castellanas y por otro lado el mercado de capitales, donde se negociaban las letras de cambio.