• La cultura está compuesta por símbolos. Precisamente, la capacidad del ser humano para simbolizar lo ha convertido en un animal superior y le ha permitido agrandar su cultura incesantemente. Los gestos, las palabras, las actitudes, etc. son simbólicos. El significado de los símbolos depende de cada cultura, esto es, del consenso existente en cada cultura respecto a los significados. Lo que hacen los miembros de una sociedad es descodificar constantemente los signos que perciben, a fin de dotar a los mismos de significados.
  • A la imposibilidad de interpretar los símbolos en una cultura distinta de la propia se la denomina “choque cultural”. Si bien cuando vivimos en una cultura dada no pensamos acerca de los significados de los símbolos que nos rodean, cuando viajamos o entramos en contacto con gentes de otras culturas, experimentamos lo que se denomina “choque cultural”. Ciertamente que hay símbolos universales que nos permiten alcanzar niveles aceptables de comunicación, pero no es menos cierto que cada cultura, en general, posee sus propios símbolos.
  • En ocasiones, idénticos símbolos tienen significados diferentes, incluso en la misma cultura, dependiendo de la interpretación que hacen las personas de acuerdo con la edad, el sexo, la clase social, la etnia, la religión, etc. También es frecuente que los grupos sociales intenten apoderarse de los símbolos y, como consecuencia, un símbolo determinado pasa, progresivamente, a tener un significado del que antes no estaba dotado.
  • Un coche excelente puede significar la identificación del usuario con una tecnología admirable, pero también la insensibilidad de dicho usuario ante el drama de la pobreza en el mundo. Por tanto, el ser humano se mueve en entornos simbólicos por entero. En casi todas las culturas la indumentaria proporciona información sobre el sexo y la edad de quien la porta. En algunas, incluso, indica el estado civil y otros datos de la persona.
  • El integrante de una sociedad que tiene un buen conocimiento de su cultura es capaz de entender la mayor parte de los símbolos empleados, lo cual le facilita la interacción y la consecución de sus objetivos. Además, la sociedad gratifica a las personas más integradas en su seno, facilitando el acceso de las mismas a los centros de decisión. Ahora bien, toda cultura reclama la lealtad hacia sus símbolos de parte de quienes participan de la misma. En ocasiones se producen exacerbaciones de estas peticiones de lealtad.
  • Hay otro aspecto inseparable de la cultura, y expresión misma del simbolismo, que es el lenguaje. Todos los seres humanos en condiciones normales usan el lenguaje hablado, como conjuntos de símbolos dotados de significados. Aunque hay muchas familias de lenguas en el mundo, las distancias entre los símbolos que las forman a menudo son apreciables, debido a que la lengua es la sustancia de la identidad del grupo. Por eso, éste intenta mantenerla, ya que al hacerlo conserva la diferencia que alimenta su identidad. Por otro lado, hay muchas sociedades en el mundo que también emplean lenguaje escrito, constituido, asimismo, por símbolos.
  • Acabamos de señalar que el lenguaje hablado y el escrito son atribuciones propiamente humanas. Algunos animales cercanos al ser humano, como los póngidos, poseen formas de comunicación, pero no lenguaje hablado. El lenguaje permite la comunicación y facilita el hecho de que los conocimientos almacenados en el cerebro de las personas sean transmitidos a los cerebros de otras personas. De este modo, los seres humanos comparten experiencias y proyectos. La singular agilidad del lenguaje humano permite que las ideas y las llamadas de atención corran con gran rapidez en la comunicación interpersonal. Es por ello que el lenguaje es la clave de la reproducción cultural.
  • Aún son muchas las culturas de tradición oral existentes en el mundo. Incluso, en algunas en las que está presente la comunicación escrita, la tradición oral posee una gran fortaleza. En las culturas europeas existen dichos y refranes, así como costumbres, que se han transmitido oralmente. Naturalmente, en Europa la tradición oral formó parte de la pequeña comunidad hasta que, sobre todo a partir siglo XIX, se inicia el fenómeno urbanizador a gran escala. En la ciudad la tradición oral pierde efectividad.
  • Es obvio que la cultura influye sobre el lenguaje. Los pueblos pastoriles poseen muchos términos referidos a esta actividad. Sin embargo, algunos antropólogos estuvieron pronto convencidos de que también el lenguaje condiciona la manera de ver el mundo. Bien conocida es al respecto la hipótesis de Sapir-Whorf, defendida sucesivamente por estos dos antropólogos a partir de sus investigaciones de campo, según la cual los hablantes de lenguas con estructuras diferentes tienen maneras distintas de ver y de percibir el mundo (relativismo lingüístico).
  • Por otro lado, el lenguaje presenta tantos matices que la traducción entre lenguas distintas, tanto más entre lenguas de distintas familias lingüísticas, es de una gran complejidad. Las lenguas poseen enormes capacidades semánticas, lo cual significa que lo que en algunas lenguas se dice explícitamente, en otras va implícito en algunos términos léxicos y frases hechas (relatividad lingüística).
  • Pero, además, la cultura de los seres humanos genera dos tipos de productos: los que podemos llamar formales (organizaciones e instituciones) y los que denominamos materiales (artefactos y cosas en general). Ambos productos se caracterizan porque responden a un proceso de elaboración y, en consecuencia, no son accidentales. Es importante señalar que no son productos nacidos de la acción individual, sino que, de una manera o de otra, son productos nacidos de la interacción grupal.
  • Los productos, materiales y formales, son la expresión del grupo que los produce y, en definitiva, se hallan ligados a su identidad. Aunque en sociedades fuertemente globalizadas, como las nuestras, estos productos se parecen extremadamente, en las sociedades tradicionales poseen una fuerte impronta del grupo que los ha generado.  Estos productos pueden caer en la obsolescencia con el paso del tiempo y terminan por desaparecer, al tiempo que se incorporan otros nuevos.
  • Se deduce, de este modo, que debido a que el ser humano utiliza productos materiales, maneja herramientas y utensilios. No significa esto que otros animales no los utilicen, sino que el ser humano los utiliza constante y masivamente, mientras que algunos animales los emplean accidental y débilmente. Los simios emplean herramientas (palos aguzados, por ejemplo) de forma relativamente certera, cuando precisan su uso. Pero el ser humano utiliza sofisticadas computadoras en su vida cotidiana, de manera permanente y altamente eficaz. 

 

Última modificación: miércoles, 21 de junio de 2017, 12:36