La necesidad que existe en todas las sociedades de distribuir bienes y servicios se lleva a cabo mediante procedimientos estandarizados. En las sociedades modernas esa distribución es muy compleja y, en buena medida, se produce bajo la supervisión del Estado. El propio Estado, y por delegación otros entes de diversa naturaleza, entre los cuales sobresalen los territoriales, ejercen públicamente la recaudación de tributos bajo diversos procedimientos respaldados por la ley. Sin embargo, también fuera del ámbito público, en el estrictamente privado se producen trasferencias de bienes y servicios con el objetivo de llevar a cabo una distribución, empezando por la misma familia. En las sociedades más elementales y arcaicas esta distribución se produce tanto en el espacio doméstico como en el público; en este último caso contando con el respaldo de la colectividad. En general, podemos decir que existen tres formas distintas de distribución de bienes y servicios, tal como fueron identificadas por K. Polanyi: la reciprocidad, la redistribución y el intercambio.  

Si bien en algunas sociedades, como en las modernas occidentales, convergen los tres tipos de distribución, puesto que ninguno es excluyente, en todas las sociedades domina uno de ellos que, por regla general, es aquél que sirve para la distribución de los medios de producción.

 

3.7.1 La reciprocidad 

  • La reciprocidad constituye el medio más espontáneo de distribución de los bienes y servicios. La hallamos en todos los ámbitos de la vida de las sociedades y puede adquirir formas de gran complejidad. Es el medio más ordinario y potente de la distribución en las sociedades más elementales pero, como se acaba de señalar también está presente en las sociedades complejas en forma de trasferencias diádicas muy variadas.
  • Entendemos por reciprocidad la correspondencia que se establece entre el acto de dar y el de tomar sin que intervenga el dinero. Las trasferencias de alimentos que se producen en las sociedades tradicionales se enmarcan ordinariamente en la reciprocidad. También las ayudas de unas personas a otras y de unos grupos a otros se mueven en el ámbito de la reciprocidad en esas sociedades. En las modernas sociedades complejas la reciprocidad pierde espacio ante la permanente presencia del dinero y del pago a cambio de la recepción del bien o del servicio. Sin embargo, dado que sirve como argamasa entre los individuos que forman la sociedad, tiene mucha importancia en las sociedades complejas cuando se trata de bienes y servicios de escaso valor, y aún ocasionalmente de más valor.
  • En cualquier sociedad la reciprocidad se produce tanto en el interior de los grupos humanos como entre los grupos. Sabida es la costumbre existente en muchas sociedades modernas, incluso urbanas, de que los vecinos agasajen a la persona o a la familia que se incorpora al vecindario, a menudo con alimentos dulces o bebidas. El beneficiario tratará de corresponder en lo sucesivo devolviendo ayuda, disponibilidad, etc.

 

3.7.1.1 La reciprocidad generalizada

  • La forma más elemental de la reciprocidad es la de tipo generalizado. Las personas dan bienes y servicios sin aparente expectativa de recibir a cambio. Es la característica de la familia, puesto que se practica entre los padres y los hijos, y entre los hermanos. Pero también es la del estudiante que presta sus apuntes de clase, sin exigir contraprestación aparente, porque contribuye a mejorar la integración en el grupo, a sabiendas de que con ello estimula el flujo de la reciprocidad.
  • Cuando pensamos en sociedades de organización simple, elementales si se quiere, en las mismas casi toda la distribución corre por los cauces de la reciprocidad generalizada. Cuando pensamos en las modernas sociedades urbanas, sólo una parte de los bienes y de los servicios se mueven en el contexto de la reciprocidad generalizada, que se reduce esencialmente al ámbito doméstico y al de los grupos de amigos y de vecinos, pero en estos casos, y por lo general, de manera ocasional.
  • ¿Es el altruismo el que mueve toda la reciprocidad generalizada en las sociedades humanas? No lo sabemos con exactitud, pero las investigaciones de los antropólogos que trabajan con sociedades de organización elemental y también las investigaciones de los que trabajan en sociedades complejas parecen estar de acuerdo en que la reciprocidad generalizada mejora la situación de los participantes en la misma. Por supuesto, quienes entregan bienes o servicios, v.g. los padres, son más felices de esta manera, pero también es posible que alberguen la esperanza de verse recompensados con posterioridad. 
  • Es evidente que la reciprocidad crece con la inseguridad. En las sociedades donde el acceso a los bienes y servicios es satisfactorio y el abastecimiento del comercio está garantizado, la reciprocidad pierde eficacia. Ésta, por el contrario, es muy alta en lugares donde no queda más remedio que compartir si se quiere tener asegurada la subsistencia, como sucede en las economías más elementales. 
  • La reciprocidad impera, por tanto, en su grado más alto allí donde la vida es precaria por definición, debido a que los recursos no son predecibles. Es en las sociedades de cazadores-recolectores, en las cuales quien caza hoy tal vez no lo haga mañana, donde la reciprocidad ocupa por entero los cauces de la distribución. 
  • Los cazadores-recolectores comparten muy especialmente la carne, mucho más que los alimentos vegetales. La falta de predecibilidad de la caza, frente a la relativa previsión de la existencia de plantas, explica la mayor reciprocidad en el reparto de la carne. 
  • La reciprocidad también parece ser una garantía de convivencia en las sociedades donde el alimento, en general, no es predecible. Cuando los cazadores-recolectores reparten las presas o el botín de la recolección estimulan la amistad y aseguran la paz. Al mismo tiempo generan obligaciones entre ellos que fortalecen la vida social, reduciendo el peligro de la secesión. En sociedades donde la vida es precaria la envidia que despertaría el egoísmo pondría en riesgo la existencia misma de unos grupos que están demasiado expuestos al azar genealógico. Los trabajos antropológicos revelan que cuando la escasez crece aumenta la reciprocidad como, por ejemplo, coincidiendo con los desastres naturales, aunque con algunas matizaciones.
  • Por último, la reciprocidad refuerza la posición del generoso en las sociedades de cazadores-recolectores, mientras que el egoísmo la debilita. El generoso ve recompensadas sus virtudes de múltiples formas. El liderazgo y la venerabilidad pueden ser algunas de ellas.  Por lo que puede apreciarse en los estudios científicos, las actitudes de reciprocidad suelen mejorar el crédito social de los participantes, al tiempo que mejora su proyección futura.
  • Por tanto, la reciprocidad se atenúa en las sociedades donde crece la predecibilidad, como son las de horticultores. Y se hace más discreta aún en las sociedades de agricultores, en las cuales la predicción es aún más evidente. En estas sociedades la reciprocidad encuentra su espacio favorito en el ámbito del parentesco, aunque pierde efectividad a medida que el parentesco se hace lejano. Así lo revela, por ejemplo, el estudio clásico de A. Richards sobre los Bemba del norte de Rodesia (1939). Entre estos agricultores, cuando la cosecha era pobre se compartía con los parientes cercanos, mientras que con los lejanos sólo algunas cosas.

 

3.7.1.2 La reciprocidad equilibrada y la reciprocidad negativa

  • En el caso de la reciprocidad equilibrada, las expectativas de la devolución de lo que se da son explícitas, y también a corto plazo. Alguien da algo y espera que, en poco tiempo, le sea devuelto. No es preciso que lo devuelto sea exactamente equivalente a lo dado. Puede tratarse tanto de bienes como de servicios. 
  • Expresada así la reciprocidad equilibrada, pudiera confundirse con el trueque. Alguien que da algo, recibe algo a cambio. Y sin embargo, la reciprocidad equilibrada presenta como diferencia que el marco social prima sobre el intercambio meramente económico, al revés de lo que sucede en el truque. El trueque es un acto episódico, en el cual lo económico domina lo social. En la reciprocidad equilibrada sucede al revés: es más importante la relación social que los bienes o servicios intercambiados. Más aún, las cosas intercambiadas pueden constituir la simple disculpa de la relación social.
  • La otra diferencia entre la reciprocidad equilibrada y el trueque  se halla en que la reciprocidad equilibrada no exige que los bienes o servicios intercambiados sean equivalentes. Por el contrario, en el trueque la equivalencia en lo económico es un requisito, de forma que las cosas que se cambian deben resultar en sí mismas intercambiables.
  • La conversación que comparten los amigos en la cafetería, en torno a unas consumiciones, cada día, de suerte que el pago se realiza alternativamente, es un buen ejemplo de la reciprocidad equilibrada. Dado que lo importante es el marco social, importa menos lo que consuma cada uno, dentro de la mesura. 
  • La literatura antropológica nos facilita algunos excelentes ejemplos de esta forma de reciprocidad. Uno de estos ejemplos es el que nos transmite B. Malinowski a propósito de su estudio sobre las islas Trobiand en Los argonautas del Pacífico occidental (1922) cuando estudia la institución del Kula, elevada a la consideración de paradigmática dentro de la antropología social.
  • Estos agricultores primitivos realizaban arriesgadas navegaciones con el fin de visitar a las personas con las que estaban asociadas en las islas vecinas. Lo social, es decir, la relación íntima y afectiva que establecían valía mucho más que lo intercambiado, aunque esto no fuera insignificante. De hecho, a través de estas navegaciones corrían las múltiples producciones domésticas de los isleños de las Trobiand.
  • La curiosidad es que los isleños, después de milenios de navegación, habían trazado rutas en forma de anillo (Kula), que todavía hoy siguen existiendo, y que tienen dos sentidos. Uno que sigue el recorrido de las agujas del reloj y otro contrario a mismo. En el sentido de las agujas del reloj, los isleños simbólicamente regalan a los socios de la isla vecina collares de conchas rojas al iniciar el ceremonial del encuentro anual y al tiempo de intercambiar un protocolario saludo. Después vendría la entrega de los dones materiales. Cada isleño sólo viaja a la isla vecina siguiendo este sentido de las agujas del reloj, de forma que los mismos collares son entregados por sus receptores a los socios de éstos en la isla vecina, siguiendo la misma dirección. Es así como los collares completan el anillo de forma incesante. Por el contario, los dones materiales son cambiantes.
  • Al revés, en sentido contrario a las agujas del reloj, se ha construido a lo largo de los siglos otro anillo con las mismas características. Pero ahora no son los collares de conchas rojas los que sirven al protocolo, sino las pulseras de conchas blancas, y siempre con los socios de la isla vecina. Las cosas materiales intercambiadas, en un caso y en otro incluyen batatas, ñames, objetos de artesanía y otros bienes. Y siempre se trata de un encuentro que posee carácter anual.
  • Es evidente que el Kula ha servido para atar las relaciones humanas entre los isleños a lo largo de los siglos, mediante un mecanismo que, ciertamente, es la expresión misma de una profunda relación social. Por otro lado, y complementariamente, el Kula ha servido para realizar el intercambio de los productos domésticos en unas islas que, por razones ecológicas, no son homogéneas, de forma que el Kula ha contribuido, al menos en alguna medida, a igualar las producciones en el archipiélago de las islas Trobiand de la Melanesia.  
  • Por tanto, el Kula del archipiélago de las islas Trobiand comporta un ejemplo de reciprocidad equilibrada realizado a partir de una larga serie de bienes. En las diferentes culturas existen muchos ejemplos, no sólo de bienes sino también de servicios. Es frecuente el intercambio de servicios en las sociedades donde está presente el campesinado. Cada campesino recibe periódicamente la ayuda de otros campesinos para realizar determinadas labores a lo largo del ciclo vegetativo (siembra, recolección, etc.). Esta ayuda se devuelve, recíprocamente, cuando sus vecinos realicen labores similares, dando lugar a circuitos de ayuda basados en el parentesco, en la vecindad o en la amistad.
  • En el seno del campesinado es muy frecuente que estas ayudas se acompañen de la comensalidad. A la finalización del trabajo, o también en algún momento del mismo, el anfitrión invita a los demás a un pequeño banquete, que en el área del Caribe se denomina convite (palabra que en el correr del tiempo se ha incorporado al léxico español).
  • Una forma distinta de reciprocidad es la negativa. Quien recibe un bien o un servicio crea expectativas de devolución sin cumplir con la obligación que ha generado. El receptor del bien o servicio se apodera egoístamente de un beneficio, valiéndose del engaño, sin efectuar compensación alguna.
  • No hay duda de que la reciprocidad, en general, más intensa es la de las sociedades de forrajeros y la de horticultores. Fue M. Sahlins quien llegó a la conclusión de que la reciprocidad generalizada adquiere su máxima intensidad en el interior de la familia o del grupo de parentesco, mientras que se va atenuando a medida de que el parentesco se hace más lejano. Entre iguales sin parentesco es probable que pueda darse la reciprocidad equilibrada. Finalmente, la reciprocidad negativa es factible entre desconocidos. 
  • De acuerdo con lo que se viene diciendo, la reciprocidad pierde efectividad como mecanismo de distribución de bienes y servicios en las sociedades de agricultores y de pastores y, más todavía, en las sociedades modernas occidentales, especialmente en las sociedades urbanas.
  

3.7.2 La redistribución 

  • Una manera nueva de distribución es la redistribución. Es una forma universal de distribución que no tiene la misma importancia en todas las sociedades. En contextos familiares, la redistribución es una forma muy habitual de distribución. El padre o la  madre se encarga de redistribuir los ingresos que se producen. También aportan mano de obra, los que estén en condiciones de aportarla, de acuerdo con sus capacidades, gracias a la labor de coordinación de alguno de los miembros de la familia. El beneficio que aportan algunos, o incluso todos, los miembros de la unidad familiar puede ser redistribuido de acuerdo con las necesidades de sus integrantes. 
  • Sin embargo, en algunas sociedades de agricultores la redistribución llega a dominar por completo la distribución de bienes y servicios. Es muy habitual en las sociedades en las cuales no está presente la acción del Estado, o está en un grado insuficiente o escaso. A fin de llevar a cabo las obras públicas, alguien se encarga de recaudar las aportaciones de las unidades familiares, o de otro tipo de unidades, para emplearlas en un objetivo determinado. El espacio social característico de la redistribución es el de las llamadas Jefaturas.

 

3.7.2.1 La redistribución igualitaria 

  • La redistribución es una forma sustancial de distribución en sociedades en las cuales actúan determinadas jerarquías, como big men, jefes, etc. cuya actividad se desarrolla al margen de una organización estatal. Se tiene constancia de que históricamente, en algunas de estas sociedades con jerarquías del rango señalado se ha producido la eclosión de una organización mucho más compleja, a la cual le damos el nombre de Estado. 
  • Hay dos formas de redistribución características. La primera es propia de las sociedades del big man. Un individuo se postula para convertirse en redistribuidor, haciendo valer virtudes muy concretas: la generosidad, la laboriosidad, la entrega, el tesón, etc., y también sus dotes de coordinador. En este modelo de redistribuidor, el del “gran hombre”, éste no hereda el cargo, sino que lo obtiene por voluntad propia y su cargo es temporal. Finalmente, no logra otro beneficio a cambio más que el puramente social.
  • Este modelo ha sido muy bien estudiado en las sociedades melanésicas, especialmente de Nueva Guinea. Pero también se ha estudiado en otras sociedades del Pacífico Sur. Uno de los trabajos de referencia sobre esta institución es el de L. Pospisil sobre los Kapauku de Irian Jaya, en Nueva Guinea, Kapauku Economy (1956), donde se muestra la capacidad organizativa de estos hombres (raramente son mujeres), que desenvuelven su vida en una economía basada en la práctica de una agricultura rudimentaria y de una ganadería elemental sustentada en la cría de cerdos.  
  • Los big men son líderes temporales que contribuyen decisivamente a organizar la sociedad en la que viven. Una suma de intereses personales y de deseos colectivos hacen posible la existencia de tan singulares individuos. Dotan a la sociedad en la que viven, y ocasionalmente a otras próximas, de estructuras económicas y políticas que empujan a una sucesión de logros.
  • El gran hombre o big man se parece al jefe del poblado que se verá en el tema de antropología política, en el sentido de que representa un ascendiente sobre el resto de la colectividad pero, al mismo tiempo, se diferencia del mismo en que su liderazgo se desparrama por las colectividades inmediatas de la sociedad tribal, con las que llega a pactos de diversas índole.
  • Por todo lo dicho, el gran hombre representa un proyecto político. Podríamos decir que es una idealización del poder político, a pequeña escala. En cuanto tal, dependiendo de sus virtudes es capaz de hacer que la comunidad produzca un excedente, trabajando más, y de coordinar el quehacer de la comunidad entera. Por su parte, ésta última solicita de él una superioridad moral que legitime sus actos.

 

3.7.2.2 La redistribución estratificada

  • En el otro modelo de redistribución, el redistribuidor ocupa un cargo hereditario y su cargo es duradero. Lejos de postularse como resdistribuidor, el cargo le es transmitido y él lo transmite a su vez. La sociedad no se desorganiza teóricamente en ningún momento, al revés que en el modelo anterior, puesto que no se contempla el vacío de poder. Tampoco se discute, en principio, la ocupación del cargo. 
  • El mejor ejemplo de este modelo es el que nos deparan algunos reyezuelos africanos que reinan sobre sociedades que podemos llamar “sin estado”, ajenas a las estructuras políticas de los Estados, acaso en sociedades que se distribuyen por varios Estados al mismo tiempo. Bien conocido es el caso del mukama de Bunyoro, en Uganda.
  • En estos casos es habitual que la sociedad se constituye el conjunto de individuos más próximo al poder. Entre el reyezuelo y el pueblo llano hay una especie de nobleza. La familia real y los nobles realizan una recaudación de tributos que van a parar al reyezuelo, el cual se encarga de redistribuir la riqueza estamentalmente, y no de modo igualitario. 
  • Un sistema de redistribución como éste, permite la organización de la sociedad, dotándola de rudimentarias estructuras permanentes. Como en el modelo anterior, permite que la sociedad trabaje más, de acuerdo con el cumplimiento de unos objetivos, y genere más excedentes. También facilita la creación de unas mínimas estructuras jurídicas, capaces de garantizar el cumplimiento de unas normas mínimas.
  • Según C. R. Ember y M. Ember, dos son las posible hipótesis acerca del nacimiento de la redistribución en algunas sociedades. La primera de ellas se ajustaría a la hipótesis de E. Service, según la cual emerge en sociedades que viven en áreas con una cierta variedad de nichos ecológicos. La desigualdad en la producción obliga a que se proceda a una redistribución, que se ajustaría a alguno de los modelos señalados. 
  • La otra alternativa coincidiría con el punto de vista propugnado por M. Harris, según el cual la redistribución, elevada a la condición de institución fundamental en una sociedad, es típica de sociedades vinculadas a la práctica de la agricultura. Las diferencias que se producen entre las cosechas y la necesidad de superar el conflicto que se genera en los años de mala cosecha, obliga a que, mediante la redistribución, igualitaria o estratificada, se proceda a una nivelación de la riqueza.

  

3.7.3 La distribución intercomunitaria 

Hasta ahora se ha visto que existen mecanismos de distribución en el seno de las comunidades, con características distintas, según se trate de la reciprocidad o de la redistribución. Pero también hemos visto que, en ocasiones, esa distribución alcanza a comunidades distintas, a propósito de lo cual se ha examinado el caso de la reciprocidad equilibrada en el Kula, en el cual la distribución se produce entre familias de distintas comunidades. No es una reciprocidad equilibrada típica, porque la devolución que genera el receptor inicial va dirigida a una familia distinta de la que produjo la donación. Sin embargo, la familia que recibe la devolución ha sido donante previamente porque en el sistema todas las familias son donantes y receptoras. Por otro lado, la donación y la recepción de dones se ajusta a ritmos periódicos que hacen previsibles los actos que llevan aparejadas las mismas.

Ahora bien, hay otros casos, en los cuales este mismo hecho de la donación y el de la recepción se generalizan para alcanzar a la comunidad entera. Por lo regular, se precisa de una redistribución previa que permite realizar la donación al conjunto de la otra comunidad. El papel que juegan estas donaciones y recepciones a nivel de comunidades permite el establecimiento de una nivelación entre los grupos implicados, de suerte que la distribución realizada de esta manera contribuye añadidamente a mantener la paz entre los grupos sociales.   

 

  • Uno de estos casos es el que tiene lugar entre las comunidades del Pacífico Sur, en torno, por ejemplo, a los llamados banquetes melanésicos. El caso se halla muy estudiado en las sociedades de Nueva Guinea. Un gran número de cerdos, generalmente cientos, en un momento en el que el excedente es grande, es sacrificado por una comunidad, bajo la organización de un big man que, además, se encarga de invitar a comunidades vecinas con las que, a menudo, la relación es conflictiva. Sucesivamente, las colectividades vecinas procederán de manera análoga, aprovechando el excedente de cerdos de cada comunidad, tratando de conseguir una igualación económica entre comunidades y de estrechar los lazos sociales. La capacidad del big man para organizar y hacer de anfitrión genera su propio poder para encarnar la institución. La incapacidad lo denigra y lo anula.
  • Nótese que el excedente de cerdos viene dado por la bondad de las sucesivas cosechas de tubérculos, lo cual implica que las batatas sobrantes de la alimentación humana son aprovechadas por una piara que crece a buen ritmo (Véase la obra de Rappaport, Cerdos para los antepasados. El ritual en la ecología de un pueblo de Nueva Guinea (1968). Por tanto, la explicación de las instituciones que concurren tiene un fundamente ecológico, bien desvelado por el paradigma de la ecología cultural dentro de la antropología.  
  • Lo importante de los banquetes melanésicos es que el acto de la reciprocidad conlleva una redistibución previa en el seno de la comunidad organizadora. Pero también lo es, igualmente, que la donación entrañe devolución en cuanto surja la oportunidad porque ésta es, justamente, la esencia del sistema. 
  • Un nuevo ejemplo lo encontramos en el caso del potlatch norteamericano, muy bien conocido desde que Franz Boas, en los años ochenta del siglo XIX, se interesara por esta institución propia de los indios kwakiutl, en la Columbia Británica. En esta parte de la costa del Pacífico canadiense, los nativos vivían en un medio muy rico ecológicamente, beneficiado sin duda, por la recepción de la corriente cálida de Kuro-Shivo que eleva las temperaturas apreciablemente. Era así como los bosques de cedros y las aguas costeras conformaban un ecosistema integrado por biotopos muy bien diferenciados y fronterizos entre sí, que acogían ricos recursos distribuidos en áreas ecológicas contiguas.
  • Aunque el modo de vida de los Kwakiutl estaba basado en la caza y en la recolección, su estilo de vida era más propio de los agricultores que de los cazadores-recolectores. Más todavía, simultaneaban la recolección con la pesca. Gracias a la caza, apresaban osos, cabras montesas y ciervos. En los ríos pescaban salmones. En la mar capturaban rodaballos y meros. En las costas marisqueban permanentemente y en los bosques recolectaban bayas y frutos. De esta manera habían llegado a tener un raro estilo de vida: siendo cazadores-recolectores, eran completamente sedentarios.

     

Barco de pesca Kwakiutl

Foto: Edward S. Curtis (1914). Licenica: Dominio Público

 

  • Los kwakiutl estaba organizados en grupos de residencia, cada uno de los cuales recibía el nombre de numaym, a cuyo frente había un jefe permanente que hacía también las veces de redistribuidor, más bien característico de una redistribución estratificada, debido a que, sorprendentemente en una sociedad de cazadores, la diferenciación social era marcada. Los comunes le iban entregando bienes y el jefe podía repartirlos o conservarlos. De esta manera, el jefe atesoraba abundantes bienes, en parte reunidos también por su abundante séquito de cazadores.
  • Era así como este jefe organizaba festines periódicamente que sin cegar su labor de redistribuidor, le permitían tener como invitados a miembros de los numaym vecinos, esto es, de las comunidades cercanas. De este modo, gracias al potlatch podía liberar excedentes y, al mismo tiempo, ser generoso con los vecinos. Ahora bien, sobre todo, al hacerlo cumplía con una obligación importante: devolver la invitación de la que, antes, se había beneficiado su propia comunidad. Era así como la reciprocidad entre comunidades pasaba a ocupar un lugar sustancial. 
  • Los invitados al potlatch no sólo disfrutaban de un festín de varios días, sino que recibían pieles y mantas de pelo de cabra, entre otros regalos. Finalmente, asistían a la quema del poblado que cerraba el festín. En un riquísimo ecosistema como éste, al día siguiente la vida volvía a empezar, con la seguridad de que, además, sus vecinos estarían dispuestos a competir con ellos mismos en generosidad.

  

3.7.4 El intercambio de mercado

  • En esta forma de distribución de los bienes y servicios, el llamado principio de mercado, se encarga de fijar los valores de las cosas, de acuerdo con la ley de la oferta y de la demanda. Evidentemente, y por lo que se ha dicho antes, también los precios de los medios de producción. Dicho en términos económicos, el intercambio de mercado, la compra-venta de bienes y servicios pretende una maximización del beneficio por parte del vendedor y por la de comprador. Los bienes escasos e imprescindibles, en general, son mucho más apreciados que los abundantes y sustituibles.
  • Por tanto, el intercambio mercantil comporta el dominio de lo económico sobre lo social. Sobre todo en la reciprocidad, pero también en la distribución, lo social tiene una trascendental importancia, mientras que en el intercambio mercantil lo social queda supeditado por entero a lo económico.
  • En las transacciones de mercado comúnmente interviene el dinero, y más en las modernas sociedades occidentales. Sin embargo, no es determinante su uso para que el intercambio sea de mercado. En la actualidad, casi en cualquier sociedad, incluidas las nuestras, hay intercambios de mercado en los que se intercambian bienes por bienes, por ejemplo, dando lugar a trueques de carácter mercantil. Pero también hay otros contratos en los que no interviene el dinero y, sin embargo, están determinados por la ley de la oferta y la demanda.
  • En el siglo VII a. C. algunas sociedades de Asia Menor empezaron a utilizar la moneda en las transacciones, y pronto comenzó a correr en otras sociedades vecinas. Sin embargo, a mediados del siglo XX todavía había sociedades en el mundo que la desconocían, y aún en el presente algunas que la conocen escasamente.
  • Los trabajos antropológicos ponen de manifiesto la existencia de monedas primitivas en algunas partes del mundo en época muy cercana a nosotros: las ruedas de aragonita de las islas Yap, las pastillas de te prensado de Siberia, las conchas de las islas Tonga, las cuentas de vidrio de las islas Palaos, el ganado en África, etc. 
     moneda-yap-previo
Ruedas de aragonita de las islas Yap
Foto: Eric Guinther. Licencia: CC Atribución - Compartir Igual 3.0
   
  • En la isla de Rossel también han existido hasta fecha cercana a nosotros monedas primitivas, compuestas por conchas de espóndilos y por conchas de almejas, que según el color, el tamaño y la pátina servían para realizar pagos. Tampoco eran monedas intercambiables entre sí. Realmente, habría dificultades para ver en ellas patrones de valor, puesto que sólo funcionaban como tal en determinados bienes y servicios, pero no en el resto.
  • Por tanto, es una moneda primitiva que reúne tan sólo algunos de los atributos de esa otra, que con un sentido muy próximo al actual en la mayor parte del mundo, se viene empleando desde el siglo VII a. C. La moneda primitiva que se ha señalado no es un patrón común de valor que haga conmensurables los valores de las cosas.
  • Para que podamos hablar de dinero propiamente, en sentido universal, éste debe reunir una serie de características, partiendo del requisito, en cualquier caso, de que se trate de dinero de uso general: a) el dinero es un patrón de medida del valor de las cosas; b) el dinero es un medio para almacenar riqueza; c) el dinero no es perecedero; d) el dinero es divisible; e) el dinero es transportable.
  • Desde hace mucho tiempo algunas sociedades utilizan dinero cuyo valor no es intrínseco, comenzando por la española desde hace más de cuatro siglos. Utilizan, incluso, moneda de papel, gracias a un valor garantizado por los Bancos Nacionales. Más aún, en la actualidad es de uso corriente en todo el mundo el dinero metafísico. Ahora bien, siempre con las características generales, señaladas, y en la actualidad gracias a esa garantía de los Estados por medios de sus Bancos Nacionales.
  • Algunos trabajos antropológicos, como el de P. Bohannan sobre los Tiv de Nigeria, ponen de relieve la existencia de economías, regidas por monedas primitivas, que el autor denomina multicéntricas, en las cuales lo más llamativo es la convivencia del dinero de uso general (que sirve para toda clase de bienes y servicios, aunque con muchas salvedades) y el dinero de uso especial, que sólo sirve para bienes y servicios concretos.
  • El trabajo de P. Bohannan muestra que el dinero de uso especial funciona en la esfera de bienes y servicios que le es atribuida, gracias a lo que se denominan “transmisiones” y que son moralmente neutras. El uso de moneda de una esfera en otra distinta a la que le correspondería, cuando ello es posible, obedece a lo que se denominan “conversiones” y, por lo general, estas últimas no son moralmente neutras, como por ejemplo cambiar tubérculos por moneda, cuando los tubérculos, como los alimentos en general encuentran su cauce en la reciprocidad o en el trueque.
  • La presencia del intercambio de mercado en el mundo es aún hoy en día muy variable. Siguen existiendo sociedades en las cuales la subsistencia es casi general, debido a que continúan presentando rasgos de las economías forrajeras o de las horticultoras, o también como consecuencia de que el peso del campesinado tradicional es muy grande, y en las que, por tanto, la economía de mercado es periférica, frente a otras sociedades, en el extremo contrario, dominadas plenamente por la economía de mercado, como es el caso de las modernas sociedades occidentales. Ahora bien, las economías de mercado que han extendido imparablemente sus dominios, se hallan presente, en alguna medida, en todas las economías conocidas en la actualidad.

 

Última modificación: miércoles, 21 de junio de 2017, 13:19