Si las bandas constituyen los grupos sociopolíticos de las sociedades forrajeras, los de las sociedades de horticultores y de pastores primitivos son las asociaciones tribales, edificadas asimismo sobre la base del parentesco. En nuestros días son todavía numerosos los Estados que en sus territorios acogen agrupaciones tribales, las cuales comparten una caracterización relativamente similar, y sin duda coincidente con la del modelo productivo de las sociedades neolíticas europeas. A pesar de que existen más diferencias entre ellas que las que se percibían entre las sociedades de bandas, su parecido es suficiente para que puedan ser englobadas, teóricamente, en un tipo peculiar de agregado social, que se halla a mitad de camino entre la estructura organizativa de las bandas de los cazadores-recolectores y la de las sociedades en las que el principio de la centralidad es mínimamente manifiesto, como las Jefaturas. Por tanto, estamos, de nuevo, ante un modelo que carece de centralidad política, si bien presenta características diferentes del que es propio de las sociedades de bandas.

  • Se parte de la base de que el concepto de tribu es fundamentalmente teórico. Se trata de una construcción científica de la antropología que permite entender una realidad. Tal es así que la sociedad tribal no es propiamente una agregado social, sino que hace referencia al espacio social intermedio que existe entre las bandas de los cazadores recolectores, autónomas y minúsculas, y las sociedades más organizadas.
  • Un ejemplo actual lo encontramos entre los Kpelle del África Occidental, distribuidos por los Estados de Nigeria, Costa de Marfil, Liberia, Sierra Leona, Ghana y otros. En América, los Yanomami se extiende a ambos lados de la frontera entre los Estados de Venezuela y Brasil.
 
 
Niño kpelle prensando azúcar. Liberia (1968)
Foto: gbaku (Flickr). Licencia CC. Atribución-Compartir
 
   
Niños yanomani del estado Amazonas, Alto Orinoco, Venezuela
Licencia: CC 3.0 Atribución-Compartir
 
 
  • En las sociedades con organización tribal, que pueden llegar a ser muy grandes numéricamente (por ejemplo los Kpelle), las tribus propiamente dichas son unidades de pequeño tamaño. Unidades grandes requerirían formas de gobierno mucho más orgánicas que las que son propias de estas unidades. La ubicación de estas sociedades, e incluso la de las tribus, es independiente de las fronteras de los Estados y, así, no es raro que se distribuyan por varios Estados. Los conflictos políticos africanos, por ejemplo, guardan relación directa con los Estados que nacieron de la descolonización, muy ajenos a la realidad cultural del Continente.
  • Ahora bien, estas unidades o comunidades que integran una sociedad mayor, presentan grandes similitudes culturales entre sí, de modo que poseen una cierta identidad grupal. Así se explica que se unan frecuentemente por razones de acoso de sus vecinos o de los Estados en los que se ubican. De nuevo, África suministra poderosos ejemplos de este tipo de conflictos.
  • Las sociedades tribales constituyen sistemas de propensión igualitaria, en los que la convivencia viene determinada por el ejercicio de una reciprocidad que se ve cruzada por una división elemental del trabajo social, en la terminología de Durkheim, pero que al ser más marcada que en las sociedades de bandas da lugar a divisiones asimétricas de los recursos en el ámbito de la edad y del género.
  • Sin embargo, la división asimétrica de los recursos no es tan virulenta como para que haga perder a estas sociedades esa apreciable tendencia igualitaria. Ahora bien, es frecuente que aparezca una larvada estratificación, que sólo se intensifica cuando la abundancia de los recursos permite el crecimiento del tamaño de los poblados, dando lugar con ello a la aparición de una organización sociopolítica sustentada sobre una sensible desigualdad en el acceso a los recursos. Este hecho es muy evidente, por ejemplo, en los agregados tribales que tiene a la ganadería como modo de vida, en los cuales las diferencias entre las familias, de acuerdo con el número de cabezas de ganado que controlan, pueden ser notables. También entre los agricultores el tamaño del granero marca la diferencia.
  • Pero, en las sociedades tribales, no sólo pueden existir diferencias de status por razones económicas. También, y a pensar de la propensión igualitaria de las mismas, son evidentes las que en algunas sociedades se producen por razón de edad, de prestigio y de género. Todo ello justifica sobradamente las diferencias con las sociedades de bandas, hasta el extremo de que en las sociedades tribales, frecuentemente, empieza a estar presente una estratificación más o menos apreciable. 
  • Aun tratándose de sociedades que conocen la domesticación de las plantas, el aprovechamiento de las mismas se produce en el ámbito de la horticultura. De hecho, es habitual que las prácticas forrajeras sigan estando presentes en sus modos de vida. Así se entiende que, siendo sociedades en las que el sedentarismo llega a convertirse en la pauta dominante, el nomadismo, generalmente, no está aún ausente. Por todo ello, las densidades de población, más altas que las de los forrajeros, siguen siendo bajas.  
  • Lo dicho a propósito de las sociedades de bandas sobre la inconveniencia de pensar en estas sociedades como reliquias del pasado, sirve exactamente igual para las sociedades tribales. El hecho de que guarden parecido con las sociedades neolíticas no autoriza para identificar mecánicamente a unas y otras, tanto menos en un mundo de sociedades profundamente interconectadas como es el de nuestro tiempo.
 
Última modificación: jueves, 22 de junio de 2017, 13:20