6.5.1 La religión

  • La curiosidad del ser humano le lleva a indagar y a buscar explicaciones de lo que le acontece en su vida cotidiana. Si bien las culturas humanas cuentan con todo lo predecible, lo hacen mucho menos con lo que es impredecible. La investigación antropológica revela que los seres humanos tratan de buscar explicaciones causales, y a falta de ellas recurren a algunas no racionales pero útiles para paliar la angustia y la desazón que produce el desconocimiento.
  • En las sociedades más elementales que, por tanto, poseen tecnologías muy simples, las dudas que suscita lo desconocido son muchas, y el recurso a las explicaciones no racionales es continuo. Quizá esto ayude a entender que en las mismas el dominio de la magia y el de la religión poseen una fuerza extraordinaria. Por el contrario, en las sociedades muy complejas y, por tanto, más desarrolladas tecnológicamente, existen muchas explicaciones causales para los acontecimientos cotidianos, como se evidencia  en las sociedades occidentales de nuestro tiempo. En estos casos, la magia y la religión pierden protagonismo en beneficio de la búsqueda de relaciones verificables de causa-efecto que ayuden a entender y comprender lo que sucede en la vida diaria.
  • Sin embargo, es evidente que las creencias son consustanciales con las culturas y las sociedades humanas. Las creencias son parte de la cultura y, en consecuencia, no son ajenas a ninguna sociedad que exista o que haya existido. Quizá el hecho de que no sea posible la certidumbre absoluta tenga algo que ver con ello. De hecho, la convivencia de las creencias, tanto mágicas como religiosas, y la de éstas con la ciencia es lo propio de las sociedades actuales. La religión es inseparable de las culturas de los seres humanos actuales.
  • Ahora bien, una vez sabido que las sociedades anidan creencias, que a la vez ordenan valores, no es menos importante poner de relieve que la variedad de creencias en general, y de religiones en particular, es extraordinaria. Se admite que las religiones constituyen formas de adaptación al medio natural y al medio cultural, lo cual explica la continua variedad. De hecho, es bien conocido que las religiones se escinden con cierta facilidad.
  • La especificidad de las creencias religiosas se manifiesta en las distintas culturas mediante binomios de términos opuestos. Así se habla de lo religioso y lo secular, de lo sagrado y lo profano, de lo divino y lo humano, de lo natural y lo sobrenatural, etc. Con ello se quiere manifestar el carácter exclusivo de lo religioso. Todo lo que sea religioso o sagrado remite a un campo de creencias y experiencias que es único, que está separado de lo demás. Los ritos religiosos lo manifiestan con sorprendente claridad. Algunas obras de M. Eliade, como Lo sagrado y lo profano enfatizan este hecho.
  • Los enfoques adoptados en el estudio de algo tan complejo como la religión han sido muy diversos. Clásicamente, han sido tres. El primero, el característico de los evolucionistas, fue el que percibió el hecho religioso como algo externo al individuo. Dado que lo sagrado es cambiante, según las sociedades, los evolucionistas, a menudo, examinan lo sagrado a partir de las realidades externas al individuo afectadas por esta consideración: objetos, espacios, plantas, personas, etc. Ello es manifiesto en las obras de Tylor y de Frazer, por ejemplo.
  • Otro enfoque consiste en considerar la religión como una realidad interior al propio individuo, en tanto que es fruto de la experiencia individual. Es muy característico del ámbito germánico, al menos desde Wundt, y pasa a través de Franz Boas a Estados Unidos, de manera que es común en la comprensión del hecho religioso por parte del semillero boasiano. Sobre estos últimos influirá la teoría freudiana, para la cual, por razones culturales estaban predispuestos, siendo la escuela de Cultura y Personalidad una de las manifestaciones de esta influencia.
  • El tercero de los enfoques básicos es el sociológico, inseparable de la escuela sociológica francesa que arranca de Comte. Sin embargo aparece muy bien explicitado en E. Durkheim y en M. Mauss, y por influencia de éstos en el funcionalismo inglés. El enfoque consiste en suponer, como muestra Durkheim, que la religión es un fenómeno social y objetivo, al cual nos podemos acercar en condiciones análogas a las que empleamos cuando nos acercamos a otros hechos sociales. Dado, según Durkheim, que la religión es tradicional y general a toda sociedad, es un hecho social más, en el que además concurren otras variables que lo igualan más aún con otros hechos sociales.
  • Durkheim fue crítico con el intelectualismo de los evolucionistas, y muy especialmente con el de Tylor. No obstante, Durkheim da por bueno el empeño de mostrar a la magia y a la religión con absoluta disyunción. Sin embargo, el propósito de Durkheim resultaría muy estimulante para otros investigadores. Este último observa que, efectivamente, existe una magia benéfica y otra maléfica, como había observado Frazer en primer lugar, pero encuentra diferencias que no habían señalado los evolucionistas. Así, Durkheim dirá que la religión es expresión de los social, y la magia de lo individual. Mientras que esta última está movida por la práctica de unos individuos en beneficio de otros, la religión es resultado de un encuentro generalizado de creyentes. La magia, dice Durhkeim, carece de iglesia, al contrario que la religión.
  • B. Malinowski, cuya obra se vincula indudablemente a la de Durkheim, presenta numerosas coincidencias con éste. En ambos el concepto de “representación colectiva” aplicado a la religión y a la magia, en cuanto forma de control social, es similar.  Uno y otro ponen el acento en las funciones de la religión, bien generando sentimientos solidarios de confianza y esperanza, o bien suscitando la cohesión social del grupo según Durkheim.
  • Aunque Durkheim y Malinowski hallan diferencias importantes entre la magia y la religión, con ellos se empieza a conformar la idea de que magia y religión caen en el mismo campo fenoménico, aunque sin demasiadas explicaciones complementararias.  En ellos hay oposición hacia el planteamiento evolucionista que consideraba a la magia como una expresión humana inferior.
  • Un estructuralista inglés, E. Leach, igualmente muy vinculado a la tradición intelectural francesa, trató de resumir las diferencias entre la magia y la religión en que la magia es mucho más técnica que la religión. Mientras que el acto religioso no precisa de especialista religioso, por ejemplo para llevar a cabo la oración, el acto mágico precisa de un técnico que dirija la práctica, hechicero o brujo, sin el cual no sería posible el desarrollo del acto mágico.
  • En general, todas estas teorías esbozadas a partir de una rigurosa argumentación, han contado con numerosas réplicas. Valga el ejemplo de la crítica de J. Goody a Durkheim, en el sentido de que la magia y la religión son susceptibles de diferenciación no sin grandes dificultades. Y ello porque una y otra responden a “representaciones colectivas” existentes en las sociedades que las cobijan. Si una y otra no fueran admitidas culturalmente difícilmente podrían cumplir con sus funciones.  Añádase a este hecho lo que ya hemos dicho con anterioridad: la magia y la religión no están separadas por entero y se presentan frecuentemente entreveradas.
  • De hecho, Goody vuelve a algunas de las observaciones que ya se habían hecho en la tradición antropológica inglesa. Mientras la religión supone comunicación con el más allá y ruego, la magia es el resultado de una técnica que trata de manipular las fuerzas sobrenaturales. En fin, la discusión, muy sólidamente elaborada en su argumentación, se ha ido haciendo más compleja a menudo que se reforzaba la teoría antropológica.

 

6.5.2 Fuerzas sobrenaturales

  • En algunas partes del mundo existe la creencia en una forma característica del poder sobrenatural que podemos calificar de impersonal. Algunos evolucionistas llegaron a pensar que en esta creencia se hallaban los auténticos orígenes de la religión. Es frecuente en el Pacífico Sur y sus mejores referencias proceden de la Melanesia. La creencia consiste en suponer que ciertos objetos poseen una fuerza superior, que recibe el nombre específico de mana.
  • Ese mana reside en piedras, árboles u otros objetos, de una manera permanente. Llegado el momento, y sin saber por qué, esos objetos pueden perder su fuerza. Por ejemplo, el rendimiento productivo de un lugar determinado puede ser atribuido a una piedra que posea mana. La creencia guarda relación con la religión y con la magia, puesto que admite cierta manipulación. Las personas creen que se puede llegar al conocimiento de las cosas que tienen mana por casualidad, o como justo premio a la laboriosidad o a otra virtud. Así entendida la creencia, es típica de la Melanesia.
  • En Polinesia la creencia en la fuerza del mana se interpretaba de manera diferente. Era un poder extraordinario que estaba en posesión de los jefes y, en general de quienes ocupaban cargos políticos. Ese poder irradiaba de sus cuerpos y era inalcanzable para los comunes. Éstos se ponían a resguardo de la proximidad de aquéllos. Probablemente, la diferencia en la interpretación radica en que las sociedades de la Melanesia eran mucho más igualitarias que las de Polinesia.
  • Asociado al concepto de mana en la Polinesia se halla el de tabú. El enorme mana que atesoraban los jefes y que irradiaba poder los hacía incompatibles con los comunes, de manera que éstos no podían acercarse a aquéllos. El contacto de los comunes con los jefes daba lugar al tabú. Por tanto el tabú implicaba la protección de lo sagrado y su separación de lo profano. Esto último estaba encarnado en los comunes.
  • Se ha creído entender que el tabú en la Polinesia constituía la perfecta expresión de la desigualdad social. El tabú se convertía en el mejor protector de lo sagrado, entendiendo por tal no sólo las personas sino también sus patrimonios. El tabú, por tanto, constituía un mecanismo de conservación de las diferencias. La creencia se hallaba anclada en otra complementaria: el mana del jefe protegía al grupo.
  • El concepto de tabú (lo que no se puede tocar) se halla muy asociado a lo sagrado, y es bien perceptible en las sociedades totémicas. El tótem, que puede ser un animal, y que representa al grupo social, no puede ser sacrificado, salvo en los actos rituales específicos. En estas ocasiones, el tótem se convierte en la fuerza espiritual del grupo tras su consumo.
  • Entre los indios algonquinos existía algo similar al concepto de mana que se concretaba en el concepto de manitú, que hacía referencia a todo aquello que irradiaba fuerza y poder. Lo poseían los seres sobrenaturales, pero también las personas que estaban en contacto con lo sagrado, como los sacerdotes. También en otros indios norteamericanos se observan conceptos análogos. Tanto en estos casos como en el del mana, parece manifestarse principios explicativos que, ocasionalmente, como hemos visto, pueden llevar aparejados otros significados más terrenales.

 

6.5.3 Ánimas, dioses y otros seres sobrenaturales

  • Los evolucionistas, con Tylor a la cabeza, prestaron mucha atención a la creencia en el anima, entendiendo que la misma podía encerrar los orígenes de la religión. Dentro del esquema que les era propio, el animismo habría precedido al politeísmo y éste al monoteísmo. En la argumentación de Tylor, los sueños y los trances dejaban recuerdos que las sociedades “primitivas” habrían atribuido a la disociación que se producía entre dos “cuerpos” o entre el cuerpo y su espíritu o anima. Pues bien, la muerte significaría la disociación duradera, de forma que el espíritu quedaría vagando. Ese espíritu o anima se habría convertido en objeto de culto.
  • La creencia en un mundo poblado de ánimas no implica la ausencia de creencias animatistas como las señaladas con anterioridad, es decir, la creencia en fuerzas y poderes sobrenaturales tipo mana, sino que, antes bien, unas creencias y otras pueden convivir. Ello va implícito en la crítica a la que se somete hoy la teoría evolucionista.
  • La creencia en ánimas implica la adhesión a un principio según el cual éstas no mueren jamás, a la vez que siguen operando sobre las vidas de los presentes. Eso genera un culto a las almas de los muertos que está presente en muchas sociedades y que llega a poseer específicos rituales.
  • Por lo que puede verse en el estudio comparado de las religiones, es frecuente que los creyentes ordenen un universo poblado de fuerzas y seres sobrenaturales. Al frente puede haber un grupo de deidades o, en las religiones monoteístas, una sola deidad. La característica fundamental de estos seres todopoderosos, que se levantan por encima de otros dioses, es que son auto-creados.  En las religiones politeístas cada deidad puede influir en el ámbito que tiene atribuido.
  • Por debajo, pueden hallarse multitud de seres sobrenaturales de diversas categorías, con capacidad para influir en las vidas de los humanos por delegación de la deidad o las deidades superiores. En algunas religiones hay dioses menores que han sido creados por otros dioses superiores. Todos ellos, incluyendo, en su caso, ángeles, arcángeles y otros, forman una compleja corte celestial.
  • Es frecuente también que por debajo de estos seres sobrenaturales haya espíritus que actúan en la vida diaria de los creyentes de maneras muy diversas. Suelen ser cercanos y familiares. Frecuentemente, se dividen en benéficos y maléficos. También suelen participar de mitos, según los cuales estos espíritus moran en espacios concretos que pueden estar protegidos por un halo sagrado.
  • Por último, en esta división realizada a grandes rasgos, puede haber culto a los espectros de los muertos (espíritus ancestrales), es decir, a las ánimas de los muertos. En muchas sociedades este culto posee una gran importancia tanto en el ámbito privado (en forma de altares a los antepasados que se hallan en la casa familiar) y público, como sucede en la religión tradicional china.
  • Muchos seres sobrenaturales se representan por medio de imágenes antropomorfas o zoomorfas, de modo que, sin perder su condición sagrada, sean percibidos más cerca de quienes habitan el mundo de los vivos. Los cultos a los seres sobrenaturales suelen acompañarse de representaciones de éstos, tanto antropomorfas, como zoomorfas o de otro tipo. La antítesis se halla representada por alguna antigua deidad, análoga al demonio de los cristianos, que utiliza sus importantes pero limitados poderes en perjuicio de los mortales. Su representación en  el mundo de las creencias comporta una expresión de la fealdad. 
 
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Máscara mejicana representando al demonio. Tocuaro, Michoacán.

Foto original: Alejandro Linares García. 2009. Licencia: Creative Commons Atribución-Compartir Igual 3.0

6.5.4 Los especialistas religiosos

  • Al contrario de lo que sucede en la magia, donde la presencia del especialista es, regularmente, indispensable, en la religión existen muchos actos en los que no es necesario el concurso del especialista (v.g. la oración privada). Es cierto, sin embargo, que existen numerosos rituales de carácter técnico en los que el especialista se encarga de dirigir el rito.
  • Por lo general, en el ámbito religioso el especialista requiere unos conocimientos previos, cuya adquisición puede estar institucionalizada, pero también existen religiones en las que los especialistas tienen un carácter más rudimentario y el adiestramiento, precisando del reconocimiento de la sociedad, se halla escasamente institucionalizado.
  • La comparación intercultural permite observar que estos especialistas religiosos son adultos y, con mayor frecuencia, hombres. Hay, sin embargo, congregaciones o asociaciones de mujeres especializadas en determinados cultos, y más raramente, mujeres que dirigen los ritos generales. Esto sucede en religiones, incluso universales, aunque con baja frecuencia. Valga el caso de la iglesia anglicana y de algunas otras, dentro del cristianismo, que reconocen este papel dirigente de la mujer.
  • La elección de especialistas religiosos no es un asunto menor, dado que la religión es un centro de poder en cualquier sociedad. Por supuesto, el especialista también es alguien que, teóricamente, presenta cierta predisposición para el ejercicio de una profesión que se refiere a lo sagrado.
  • El especialista sagrado más elemental que existe es el chamán. En realidad, utilizamos la voz usada entre los tunguses para referirse a estos especialistas religiosos simples que formaban  parte de su cultura, y que en la actualidad se emplea para designar a los de cualquier parte del mundo que se caractericen por ser igualmente rudimentarios. Desde hace algún tiempo es una voz que ha trascendido lo local para convertirse en una categoría científica imprescindible en algunos análisis.
 
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    Chamán de la tribu Urarina. Amazonía, Perú
    Foto: Bartholomew Dean, 1988. Licencia: CC Atribución 2.5
 
  • En las sociedades donde existe la religión chamanística, el chamán es un hombre, casi siempre, venerado y temido, dotado de ciertas condiciones para el trance, que puede acceder al éxtasis en determinadas condiciones. Estas condiciones le resultan indispensables para entablar la comunicación con el más allá. Por eso, el chamán en sus ceremonias se vale de la música, de la danza y de los alucinógenos para alcanzar su estado de actividad ritual.
  • Por lo que sabemos a través de M. Eliade y otros autores sobre el chamán, al menos en la religión tradicional de los pueblos siberianos, una persona puede llegar a ser chamán cumpliendo ciertas condiciones. Una de ellas es que sea hombre. Otra que entre sus antepasados haya alguno que hubiera estado en posesión del don chamanístico. Es frecuente que la transmisión del don se realice entre generaciones alternas. Además, y aun cuando el oficio es resultado de un aprendizaje, se requiere una predisposición para el ejercicio de la profesión.
  • Sin embargo, es necesaria otra condición, cual es la de que sea reconocido como tal por el grupo social. Éste tiene en cuenta determinados signos externos a la hora de reconocer al chamán, de los cuales el más importante es que muestre los síntomas de la posesión del don chamanístico, tal como explica M. Delaby (1976).
  • Por lo demás, el chamán en el desempeño de su oficio insufla el aire de la vida a los recién nacidos, acompaña al alma del difunto en su viaje a la eternidad y cura a los enfermos, dependiendo de que éstos se hallen en tal estado porque su alma ha sido extraída por un espíritu exterior, o de que el aquejado muestre los signos de que un espíritu se ha introducido en su maltrecho cuerpo.
  • En otras religiones, no chamanísticas, el sacerdocio está institucionalmente controlado. Sus atribuciones para el ejercicio del oficio las recibe el sacerdote de un colegio tras un aprendizaje. Este aprendizaje hace que las ceremonias en las que participan los sacerdotes de la misma religión se hallan homologadas y se hagan conforme a idénticas pautas rituales. Al revés, el chamán no homologa su oficio con otros chamanes, aunque su aprendizaje se realiza conforme a pautas tradicionales. El chamán no recibe las atribuciones del cargo divino a través de un colegio, como sucede con el sacerdote, sino que recibe tales atribuciones, supuestamente, de los poderes sobrenaturales, a menudo en sueño o visiones.
  • El oficio sacerdotal tiene una proyección más pública que privada, dirigiendo el ceremonial sagrado, aunque la vertiente privada sea importante. Sin embargo, los especialistas rudimentarios, tipo chamán, se dedican a un oficio que se desarrolla más en el ámbito privado que en el público. Por otro lado, mientras que el sacerdocio en las religiones no chamanísticas comporta un oficio a tiempo total, el chamán se dedica a un oficio que es más bien discontinuo.
  • Además, mientras que el chamán precisa de ciertas condiciones emocionales en el ejercicio de su oficio, consecuencia de sus idas y venidas al mundo de lo sobrenatural, que lo diferencian del resto de los miembros de su comunidad, recurriendo para ello a la ayuda de alucinógenos si fuera necesario, el sacerdote participa de la misma realidad que el resto de los creyentes. Sabido es que el oficio de chamán requiere condiciones físicas y psíquicas mucho más singulares que las del sacerdote. 
  • Entre los chamanes y los miembros de los colegios sacerdotes más complejos hay sacerdotes arcaicos bien conocidos a través de los estudios antropológicos. Éste es el caso del sacerdocio de los Dahomey de Benin, o el de los sacerdotes tradicionales Zuñi, integrantes de una elemental kiva, a modo de colegio sacerdotal rudimentario. Los Dahomey cuentan con ritos diferenciados por panteones, de modo que cada uno de estos panteones dispone de un clero propio.

 

Última modificación: viernes, 23 de junio de 2017, 08:52