• Las sociedades humanas cuentan con narraciones idealizadas, en las que lo real y lo imaginario se entreveran para dar lugar a relatos correspondientes a temporalidades distintas de la real que se transmiten de generación en generación, en aras de una sacralización eternizada a la cual denominamos mito. Las creencias se amparan en mitos que se conservan gracias a la tradición, igual que los cuentos populares y al igual que cualquiera otra forma de literatura oral.
  • La existencia del mito se justifica porque contribuye a generar explicaciones acerca de la existencia de los grupos humanos y de las creencias y los valores de éstos, a la vez que fortalece la identidad del grupo. Los mitos también encierran modelos morales, al tiempo que tratan de aleccionar didácticamente. Aunque los aspectos religiosos ocupan un lugar sobresaliente en los mitos, también los políticos, por ejemplo, debidamente mitificados, sirven para alimentar y fomentar todo tipo de ideologías. La ideología crea mitos que fomentan la identidad y las aspiraciones de los grupos sociales.
  • El estudio del mito en antropología es tan viejo como la propia ciencia. Los primeros evolucionistas se ocuparon del tema con intensidad, por cuanto creyeron ver en él los orígenes de la mente o, si se quiere, de la mente “salvaje” como decían Tylor, Frazer y Lang. En realidad, ellos acomodaron el análisis del mito a su paradigma, forzando su análisis. Una vez más, hay que decir que, aunque las conclusiones fueron muchas veces erróneas, estimularon el interés por el tema.
  • Durkheim percibió que la función del mito era similar y complementaria con la del rito, en el sentido de que son dos fuentes inagotables de solidaridad y de identidad grupal. Esta visión de Durkheim es alternativa a la que, posteriormente, incorporó B. Malinowski, cuando insistió en el carácter legitimador que el mito tiene en relación con el grupo social. El mito es una leyenda fundacional, encargada de atenuar las contradicciones reales, y de contribuir a  explicar la existencia de las instituciones.
  • Otra de las aportaciones relevantes al conocimiento del mito fue la de los psicoanalistas, con Freud a la cabeza, pero también gracias a C. Jung. De acuerdo con la teoría freudiana de los sueños, si éstos son la expresión de los deseos insatisfechos del individuo, el mito cumple un papel análogo a nivel colectivo. Constituye el relato de los deseos idealizados, y no realizados, del grupo. El recreo que la sociedad encuentra en el mito constituye una auténtica necesidad, lo cual explica la permanencia del mito en el tiempo.
  • Jung introdujo novedades en este análisis. El mito es universal, igual que el inconsciente colectivo, y se revela en forma de arquetipos expresivos que se manifiestan con sus propias peculiaridades en todos los pueblos de la Tierra. El mito constituye la expresión de la energía liberadora que precisan los mismos, pero su contenido es similar, aun perteneciendo a tiempo y espacios diversos.
  • La obra de M. Eliade, Mito y realidad (1968), constituye una excelente exploración del mito a través del conocimiento comparado de las culturas. También C. Lévi-Strauss y otros han desvelado el significado de la estructura interna de los mitos. Este último, como el propio M. Eliade, descubrió las muchas similitudes existentes entre los mitos de las distintas sociedades, como prueba, sin duda, de la universalidad de un único cerebro que se ha valido de análogos procedimientos e, incluso, de similares narraciones.
  • En efecto, el estructuralismo supuso un notable avance en el conocimiento del mito. Las Mitológicas de C. Lévi-Strauss aportan muchas de las claves para entender su significado. Los mitos tienen vida propia y lógica interna (La estructura de los mitos, 1973), de modo que valiéndose de un metalenguaje transmiten una filosofía que es expresión del funcionamiento de la mente humana. El estructuralismo aporta una extraordinaria novedad en el enfoque: el funcionamiento de la mente en el mito es muy lógico, y no prelógico como creyeron ver algunos evolucionistas  e, incluso, L. Lévi-Bruhl, compañero de viaje de E. Durkheim.
  • La esencia del mito consiste en el constante establecimiento de analogías que permitan entrever mensajes de orden social, moral, sobrenatural, etc. Lo humano y lo  divino conforman dos pares de opuestos sempiternos en toda mitología, igual que el día y la noche, el cielo y el infierno, ángeles y demonios y toda una larga serie de oposiciones binarias. El ser humano, como explica M. Eliade, queda de esta manera integrado en el mundo, en el cosmos, en la vida, junto a otros iguales que él. El ser humano se siente así miembro de un grupo con un destino común.
  • Mythos (relato, narración) y logos (pensamiento, conocimiento, razón) no se oponen cuando dan vida a la palabra mitología, sino que se complementan. Ambos términos expresan las dos formas características que tiene el cerebro humano de percibir el mundo: el pensamiento salvaje en forma de ensueño y el pensamiento domesticado de la razón, tal como explica C. Lévi-Strauss en El pensamiento salvaje, 1962.
  • Dicho con otras palabras, la mitología es la expresión misma de una manera de ver el mundo que es propia de los seres humanos, la forma mítico-mágica, frente a otra forma de contemplar el mundo que es, igualmente, característica de los humanos: la forma empírico-racional que anida en la ciencia. Una y otra, como se han dicho son lógicas, pero su argumentación se desarrolla en dimensiones distintas.
  • Tal es la fuerza de los mitos para correr a través de la literatura oral de los pueblos que, aun siendo la esencia de la literatura oral en los pueblos ágrafos, no deja de estar presente en pueblos con escritura, en los cuales el mito se refuerza, persistiendo en su variante oral y metamorfoseándose en lenguaje escrito. Las partes o mitemas que forman el mito son las piezas inseparables que articulan un complejo mecanismo de sorprendente funcionamiento armónico.

Última modificación: viernes, 23 de junio de 2017, 09:01