• Sabemos, por tanto, que el sexo es adscrito, porque es la biología la que clasifica al ser humano en el momento del nacimiento. Y también conocemos que el género es adquirido, es decir, que el ser humano es provisto culturalmente, aun admitiendo un sustrato biológico, de un comportamiento al que denominamos género. De acuerdo con lo que sabemos, en primer lugar, queda desmentido que la relación entre sexo y género sea inconfundible. Es indiscutible que hay personas cuyo género no reúne los roles culturalmente atribuidos a su sexo en una sociedad determinada. En segundo lugar, también se acepta que los roles de género difieren con las culturas en cierta medida. En tercer lugar, parece verificado que, efectivamente, existen roles de género que se hallan muy asociados al sexo en la generalidad de las culturas, tal y como se ha expuesto más arriba. En cuarto lugar, la identidad de género cambia en el transcurso de la vida por efecto de las experiencias del individuo, tomando distintas orientaciones, de lo que se sigue que esta identidad es constructiva.
  • Es cierto que la relación entre sexo y género es estrecha, pero, en cualquier caso, es la cultura la que proporciona unos patrones en los que se encuadran los roles de género. La pregunta, entonces, es cómo llega el hombre a ser hombre y cómo llega la mujer a ser mujer. Existen tres teorías al respecto: a) la que sostiene que surge mediante el mero aprendizaje social; b) la que atribuye la elección a un proceso de categorización que permite a los humanos optar por un género u otro; c) la que defiende que es el resultado de un proceso estructural, de carácter emocional e inconsciente, cuyo desenlace se produce durante la infancia de la persona, tal y como ha sido esbozado, por ejemplo, por N. Chodorow.
  • Según la teoría del aprendizaje social, los niños son adiestrados desde la infancia para ser hombres y las niñas para ser mujeres. A los primeros, la familia, y también las agencias de socialización, les enseñan a adquirir ademanes que se hallan valorados como masculinos en esa sociedad, mientras que las niñas son enseñadas para adquirir actitudes que, en esa misma sociedad, se identifican con la feminidad. Como el desvío es sancionado, unos y otras, van siendo modelados progresivamente. La teoría de la categorización es cognitiva, y viene a defender que, a media que el niño y la niña maduran eligen, de acuerdo con sus preferencias, los roles con los que se identifican, contradiciendo en ocasiones lo que se halla pautado en su sociedad. En cuanto a la teoría del proceso estructural que proclama la constitución de un género guiado por las emociones, la misma toma como referencia la tesis froidiana que ata el género con una lucha íntima y profunda vivida por el niño en el seno de sus sentimientos durante la infancia, del cual ni siquiera la persona llegara a tomar conciencia, a propósito de la relación experimentada con su padre y con su madre, de suerte que, independientemente del sexo que le ha proporcionado la biología, será su propia maduración en el seno de una cultura la que le conducirá a la adquisición de una identidad.
  • Tan compleja es la identidad de género en los seres humanos que no es raro que alguien, siendo desde el punto de vista biológico una mujer, sienta una identidad masculina, tal como sucede en el caso de los transexuales. A la inversa, tomando de partida el ejemplo de un hombre, nos sirve exactamente igual. En la actualidad el hecho es habitual en los medios de comunicación que, por lo regular, se hacen eco de los casos más extremos, es decir, de los de aquellos hombres o mujeres que, tratando de hallar una identidad plena, recurren a la intervención quirúrgica que modifica sus órganos sexuales de nacimiento. Tampoco es raro que la identidad de género, por ejemplo, de un hombre o de una mujer, no coincida con los roles de género atribuidos en su sociedad a un hombre, que, al mismo tiempo, y sin embargo, se identifica plenamente con su condición sexual de hombre. 
  • A la luz de los conocimientos actuales, considerando la enorme cantidad de experiencias sociales de las culturas conocidas, estamos en condiciones de afirmar, por lo que se refiere al género, que la variedad de situaciones es tan grande que el determinismo biológico, tal y como fue sostenido por los darwinistas sociales, y también por los biólogos sociales, entre los cuales es bien conocida la posición de investigadores como E. O. Wilson, resulta inaceptable, al menos con la radicalidad con la que ha sido esbozada esta teoría, lo cual no niega la existencia de un evidente sustrato biológico en todo lo relacionado con el comportamiento de los seres humanos. La dura pugna mantenida durante mucho tiempo entre los esencialistas y los constructivistas parece estar en estos momentos del lado de los segundos. Esto significa que no hay una sola manera de ser hombre o una sola manera de ser mujer, sino que la cultura provee al ser humano, al amparo de su racionalidad, de herramientas para modelar su identidad de muy diversas maneras.
 
Última modificación: viernes, 23 de junio de 2017, 09:07