Lectura 1

  • LINTON, R. [1936] (1992). Estudio del hombre. México: Fondo de Cultura Económica, pgs. 140-141.

La cualidad más sobresaliente del homo sapiens, como especie, es su asombrosa disposición para aprender. Ninguna otra especie de mamíferos aprende tan fácilmente o depende tanto de la enseñanza en sus esfuerzos para luchar con su medio ambiente. Las personalidades humanas, usando el término en el sentido más amplio, pueden ser modeladas hasta un grado extraordinario por las culturas a las que están expuestos los individuos durante su período de formación. La expresión de casi todas las tendencias innatas puede inhibirse o modificarse de tal modo que encuentren su expresión indirecta, socialmente aceptable. En realidad, esta preparación para inhibirse y modificarse es una parte vital de la adaptación de los individuos a la vida como miembros de cualquier sociedad. Sin embargo, esa preparación no elimina las tendencias que inhibe o modifica; éstas se conservan como factores que hay que tomar en consideración, y complican todas las situaciones sociales e influyen en el desarrollo de todos los patrones sociales. Aunque nunca señalan una sola directriz como la única posible en la evolución de los sistemas sociales, hacen más fácil el desarrollo de unas  que de otras e imponen límites amplios a los patrones que acepta la sociedad. Las toman en consideración todos los sistemas sociales que deben su desarrollo a los mecanismos normales de la conducta variable y a su integración final en una serie de patrones ideales, y un sistema teórico desarrollado individualmente que no toma en consideración tales tendencias, no tiene en la práctica ninguna probabilidad de consolidarse

 

Lectura 2

  • WHITE, L. [1949] (1936). La ciencia de la cultura. Un estudio sobre el hombre y la civilización. Barcelona: Paidós, pgs.44-45.

La naturaleza de la experiencia simbólica puede ser ilustrada fácilmente. Cuando los españoles se encontraron por primera vez con los aztecas, nadie conocía el idioma del otro. ¿Cómo podrían los indios descubrir el significado de santo o la importancia del crucifijo?  ¿Cómo podrían los españoles aprender el significado de calli, o apreciar a Tláloc? Estos significados y valores no podían ser comunicados por la sola experiencia sensoria de las propiedades físicas. El oído más aguzado no puede saber si santo significa “sagrado” o “hambriento”. Los sentidos más penetrantes no pueden aprehender el valor del agua bendita. Sin embargo, tal como todos sabemos, los españoles y los aztecas descubrieron los respectivos significados y apreciaron los respectivos valores. Pero no con medios sensoriales. Cada uno fue capaz de penetrar en el mundo del otro sólo en virtud de una facultad para la que no tenemos mejor nombre que símbolo.

Pero una cosa que en un contexto es un símbolo, e otro contexto no es un símbolo sino un signo. De esta manera una palabra es un símbolo únicamente cuando se sabe la distinción que existe entre su significado y su forma física. Esta distinción debe ser hecha forzosamente al asignar valor a una combinación de sonidos o cuando un valor asignado previamente es descubierto por primera vez; puede ser hecha optativamente en otro momento para ciertas finalidades. Pero una vez que se ha asignado valor a una palabra, o que se ha descubierto el valor de tal palabra, el significado de la misma es, durante el uso, identificado con su forma física. La palabra funciona entonces a manera de signo antes que de símbolo. Su significado es entonces captado por los sentidos.

Definimos el signo como un hecho o cosa física cuya función es la de indicar otra cosa o hecho. El significado de un signo puede ser inherente a su forma física y a su contexto, tal como es el caso de la altura de una columna de mercurio en un termómetro como indicación de temperatura, o la caída de hojas en otoño. Alternativamente, el significado de un signo puede ser simplemente identificado con su forma física, tal como es el caso de una sirena de alarma o una vadera de cuarentena. Pero en todos los casos el significado del signo puede ser un símbolo (en un contexto) y a la vez un signo (en otro contexto) y a la vez un signo (en otro contexto) ha llevado a confusiones y malos entendidos.

Por ejemplo, dice así Darwin: “Lo que distingue al hombre de los animales inferiores no es la comprensión de sonidos articulados, pues, como bien se sabe, los perros entiende muchas palabras y frases” (La descendencia del hombre, capítulo III).

Es perfectamente exacto, por supuesto, que a perros, monos, caballos, pájaros, y tal vez criaturas que ocupan peldaños más bajos en la escala evolutiva, se les puede enseñar a responder en forma específica cuando reciben una orden vocal. El pequeño Gua, un joven chimpancé usado por Kelloggs en sus experimentos, fue, durante un tiempo, “considerablemente superior al niño en su respuesta a las palabras humanas”. Pero no se desprende de allí que no haya diferencia entre el significado de “palabras y frases” que capta un hombre y el que capta un mono o un perro. Las palabras son para el hombre a la vez signos y símbolos; para un perro sin simplemente signos.

 

Lectura 3

  • MURDOCK, George Peter [196] (1987). Cultura y sociedad. México: Fondo de Cultura Económica, pg. 80.

Los hábitos de tipo cultural no sólo son inculcados y luego transmitidos a través del tiempo; también son sociales, o sea, compartidos por los seres humanos que viven en sociedades o grupos organizados, y se mantienen relativamente uniformes por la presión social. En pocas palabras, son hábitos de grupo. Los hábitos que los miembros de un grupo social comparten entre sí constituyen la cultural de ese grupo. Esta suposición es aceptada por la mayoría de los antropólogos, pero no por todos. Lowie, por ejemplo, insiste en que “una cultura es invariablemente una unidad artificial segregada con propósitos de convivencia…Hay sólo una unidad natural: la cultura de toda la humanidad en todas las épocas y en todos los lugares…” En mi opinión, es imposible aceptar esta afirmación. Creo que los hábitos colectivos o compartidos de un grupo social (no importa que sea una familia, un pueblo, una clase o una tribu) no constituyen una “unidad artificial” sino una unidad natural, una cultura o una subcultura. En mi opinión, negar esto es repudiar la contribución más considerable que ha hecho la sociología a la antropología. Si la cultura es social, entonces el destino de una cultura depende del destino de la sociedad que la posee, y todas las culturas que han sobrevivido para ser estudiadas deben revelar ciertas similitudes, porque todas han tenido que encargarse de la supervivencia de la sociedad. Entre estos universales culturales, probablemente podemos mencionar cosas tales como los sentimientos de cohesión del grupo, los mecanismos de control social, la organización para la defensa contra los vecinos hostiles y la provisión de alimentos para la perpetuación de la población.

 

Lectura 4

  • KLUCKHOHN, Clyde [1949] (1981). Antropología. México: Fondo de Cultura Económica, pgs. 51-52.

Tal vez la implicación más importante de la cultura para la acción es la profunda verdad de que nunca podemos empezar sin ningún prejuicio en lo que respecta a los seres humanos. Todas las personas nacen en un mundo definido por normas culturales existentes. De la misma manera que un individuo que ha perdió la memoria no es ya normal, así también la idea de una sociedad completamente emancipada de su pasado cultural es inconcebible. Éste es uno de los motivos por cuales fracasó trágicamente la construcción alemana de Weimar. En abstracto era un documento admirable, pero fracasó miserablemente en la vida real, en parte porque no proporcionaba ninguna continuidad con los patrones existentes para actuar, sentir y pensar.

Puesto que todas las culturas tienen organización al mismo tiempo que contenido, los gobernantes y legisladores deben saber que no puede nunca aislarse una costumbre para abolirla o modificarla. El ejemplo más obvio de fracaso por haber olvidado este principio fue la Enmienda 18 de la Constitución de los Estados Unidos. La venta legal de licores fue prohibida, y las repercusiones en el cumplimiento de la ley, en la vida familiar, en la política y en la economía fueron lamentables.

El concepto de cultura, como cualquier otra parte del conocimiento, puede ser mal interpretado y abusarse de él. Algunos creen que el principio de la relatividad cultural debilitará la moral. “Si Bugabuga lo hace, ¿por qué no podemos hacerlo nosotros? De todas maneras, todo es relativo”. Pero eso es exactamente lo que la relatividad cultural no significa.

El principio de la relatividad cultural no significa que al dejar a los miembros de alguna tribu salvaje comportarse de una manera determinada, el hecho justifique intelectualmente ese comportamiento en todos los grupos. Por el contario, la relatividad cultural significa que la adecuación de alguna costumbre positiva o negativa debe ponderarse teniendo en cuenta cómo se acomoda este hábito a los hábitos de otro grupo. La poligamia tiene un sentido económico entre pastores, pero no entre cazadores. Si bien abriga un escepticismo sano en lo que respecta a la eternidad de cualquier valor apreciado por un pueblo particular, la antropología no niega, como una cuestión de teoría, la existencia de valores morales absolutos. Por el contario, el empleo del método comparado proporciona un medio científico para descubrir esos absolutos. Si todas las sociedades que sobrevivieron encontraron necesario imponer algunas restricciones a la conducta de sus miembros, esto representa un fuerte argumento en el sentido de que esos aspectos del código moral son indispensables. 

Última modificación: viernes, 23 de junio de 2017, 09:20