Lectura 1

  • LÉVI-STRAUSS, C. [1978] (2002). Mito y significado. Madrid: Alianza Editorial, pgs. 45-48).

Vamos a considerar ahora un mito del Canadá Occidental sobre una raya que intentó controlar o dominar al Viento Sur y que tuvo éxito en su empresa. Se trata de una historia anterior en el tiempo a la existencia del hombre sobre la tierra, es decir, de una época en que los hombres, de hecho, no se diferenciaban de los animales; los seres eran mitad humano y mitad animales. Todos se sentían muy incómodos con el viento, porque los vientos, especialmente los vientos malos, soplaban permanentemente, impidiéndoles pescar o recoger conchas con moluscos en la playa. Por lo tanto, decidieron que debía luchar contra los vientos, para obligarlos a comportarse más decentemente. Hubo una expedición en que participaron varios animales humanizados o seres humanos animalizados, incluyendo a la raya, que desempeñó un importante papel en la captura del Viento Sur. Éste fue liberado luego de prometer que no volvería a soplar constantemente, sino sólo de vez en cuando, o en determinados períodos del año, o una vez cada dos días: durante el resto del tiempo la humanidad puede dedicase a sus actividades.

Bueno, en realidad esta historia no sucedió nunca, pese a lo cual no podemos limitarnos a considerarla completamente absurda. Y a permanecer satisfechos tachándola de una creación imaginaria de una mente entregada al delirio. Tenemos que tomarla en serio y hacernos la siguiente pregunta: ¿por qué la raya y por qué el Viento Sur?

Cuando se estudia minuciosamente el material mitológico respetando la forma exacta en que ha sido narrado, se verifica que la raya actúa sobre la base de determinadas características, que son de dos tipos. La primera reside en que la raya es un pez, como todos sus congéneres escamados, blando por abajo y duro por arriba. La segunda es aquélla según la cual la raya puede escapar con éxito cuando tiene que enfrentarse a otros animales: parece muy grande vista desde abajo o desde arriba y es extremadamente delgada vista de perfil. Un adversario podría pensar que es muy fácil disparar una flecha y matar a una raya, por el hecho de que es tan grande; sin embargo, mientras la flecha se dirige al blanco ella puede girar o deslizarse rápidamente ofreciendo apenas el perfil que, evidentemente, es imposible de alcanzar; y así puede escapar. Por lo tanto, la razón por la cual se escogió a la raya reside en que éste es una animal que, considerado desde uno u otro punto de vista, es capaz de responder –empleando el lenguaje de cibernética- en término de “si” y “no”. Es capaz de dos estados que son discontinuos, uno positivo y otro negativo. La función que la raya desempeña en el mito es –aunque, evidentemente, no pretendo llevar el paralelismo demasiado lejos –semejante a la que cumplen los elementos que se introducen en las computadoras modernas y que pueden ser utilizados para grandes problemas adicionando una serie de respuestas del tipo “si” y “no”.

Obviamente, pese a que es erróneo e imposible (desde un punto de vista empírico) que un pez pueda luchar contra el viento, desde un punto de vista lógico es posible comprender por qué razón se utilizan imágenes extraídas de la experiencia. En esto consiste la originalidad del pensamiento mitológico, en desempeñar el papel del pensamiento conceptual. Un animal susceptible de ser usado como, diría yo, un operador binario puede tener, desde un punto de vista lógico, relación con un problema que también es un problema binario. Si el Viento Sur sopla todos los días del año la vida se vuelve imposible para la humanidad. Pero si sopla día por medio –un día “si”, el otro “no”, y así sucesivamente- entonces se torna posible una especie de compromiso entre las necesidades de la humanidad y las condiciones predominantes en el mundo natural.

 

Lectura 2

  • DOUGLAS, M. [1966] (1991). Pureza y peligro. Un análisis de los conceptos de contaminación y tabú. Madrid: Siglo XXI, pgs. XXX-XXXI.

No es difícil ver cómo las creencias de contaminación pueden usarse en un diálogo de reivindicaciones y contra-reivindicaciones de una categoría social. Pero a medida que examinamos las creencias de contaminación descubrimos que la clase de contactos que se consideran peligrosos acarrean igualmente una carga simbólica. Este nivel es el más interesante; en él las ideas de contaminación se relacionan con la vida social. Creo que algunas contaminaciones se emplean como analogías para expresar una visión general del orden social. Por ejemplo, existen creencias de que cada sexo constituye un peligro para el otro, mediante el contacto con los fluidos sexuales. Según otras creencias, sólo uno de los dos sexos corre peligro por el contacto con el otro, habitualmente el masculino con respecto al femenino, pero a veces ocurre lo contrario. Semejantes configuraciones de peligro sexual pueden considerarse como expresiones de simetría o de jerarquía. Poco plausible sería interpretarlos como la expresión de algo que atañe a la relación auténtica entre los sexos. Creo que muchas ideas acerca de los peligros sexuales se comprenden mejor si se interpretan como símbolos de la relación entre las partes de la sociedad, como configuraciones que reflejan la jerarquía o simetría que se aplican en un sistema social más amplio. Lo que vale para la contaminación sexual vale igualmente para la contaminación corporal. Los dos sexos pueden servir como modelo para la colaboración y la diferenciación de las unidades sociales.  De igual modo los procesos de ingestión de alimentos pueden también retratar la absorción política. A veces los orificios corporales parecen representar los puntos de entrada o salida de las unidades sociales, o bien la perfección corporal puede simbolizar una teocracia ideal.

 

Lectura 3

  • MALINOWSKI, B. [1948] (1986). Magia, ciencia y religión. Barcelona: Planeta-Agostini, pgs. 18-19.

El carácter público y festivo de las ceremonias del culto es un rasgo evidente de la religión en general. La mayor parte de los actos sagrados tienen lugar en medio de una congregación; el cónclave solemne de los creyentes unidos en oración, sacrificio, súplica o acción de gracias es, de hecho, el prototipo mismo de una ceremonia religiosa. La religión precisa de la comunidad como de un todo para que sus miembros puedan adorar a una las cosas sagradas y sus divinidades, y la sociedad necesita la religión para el mantenimiento de la ley y el orden moral.

En las sociedades primitivas el carácter público de la adoración, el contacto entre la fe religiosa y la organización social, está, cuando menos, tan pronunciado como en las culturas superiores. Es suficiente que echemos una ojeada sobre nuestro inventario de fenómenos religiosos para ver que las ceremonias del nacimiento, los ritos de iniciación, las atenciones mortuorias a los difuntos, los funerales y los actos de conmemoración y luto, los sacrificios y el ritual totémico son todos ellos colectivos y públicos, afectan frecuentemente a la totalidad de la tribu y, durante ese tiempo, absorben todas sus energías. El carácter público, el agrupamiento de muchas gentes, esta primordialmente pronunciado en las fiestas anuales y periódicas que se celebran en tiempos de abundancia, en la cosecha o en el zenit de las temporadas de pesca o caza. Tales fiestas permiten que las gentes se regocijen, gocen de la abundancia de presas y productos del campo, se vean con sus amigos y parientes y que la comunidad entera se reúna en plena forma y haga todo esto en ánimo de felicidad y armonía. Hay ocasiones en las que en los festivales tienen lugar visitas de los desaparecidos: los espíritus de los antepasados y de los familiares muertos retornan, reciben ofrendas y líbaciones sacrificatorias y se mezclan con los vivos en los actos de culto y en las alegrías de la fiesta. 0 bien, si los muertos no son los que propiamente visitan a los vivos, se ven conmemorados por ellos, por lo general en la forma del culto a los antepasados. También aquí estas festividades, cuya celebración tiene lugar con frecuencia, incorporan el ritual de las cosechas y de otros cultos de la vegetación. Pero, fueran las que fueren las demás manifestaciones de tales festividades, no hay duda alguna de que la religión demanda la existencia de fiestas periódicas y de las estaciones con gran asistencia de gentes, con júbilo y vestiduras festivas, con abundancia de comida y con relajación de reglas y tabúes.  

 

Última modificación: viernes, 23 de junio de 2017, 09:23