Franz Boas tuvo una vida dilatada y apasionante. Nacido en la ciudad de Minden (Renania del Norte) en 1858, y después de haber estudiado matemáticas y física en Heidelberg y Bonn, se interesó por las ciencias que, en su tiempo, se denominaban de la cultura, donde se beneficio de las enseñanzas de maestros destacados en el panorama intelectual de la recién nacida Alemania. Tras alcanzar el grado de Doctor en la Universidad de Kiel en 1881, se convertirá en profesor de la Universidad de Berlín.

Fue en estos años cuando realizó distintos trabajos de investigación en el Museo de Antropología, al lado de Bastian, una de las personalidades más sobresalientes de la época, lo cual le indujo a orientarse definitivamente hacia el estudio de la antropología. Su creciente interés por el conocimiento de las sociedades y las culturas le llevó a investigar la vida de los nativos de la Tierra de Baffin a partir de 1886, y fue en este momento cuando se produjo algo que le marcó profundamente. Se dio cuenta de que estos nativos, que viven en un medio inhóspito, cuyo constreñimiento parecería decisivo, están fuertemente condicionados por el medio socio-cultural. En la década siguiente Franz Boas se halla instalado en los Estados Unidos y, tras incorporarse al American Museum of Natural, se convierte en docente de la Universidad de Columbia en 1899. Estas dos instituciones serían el centro de su vida intelectual hasta el final de sus días. Muere en el año 1942.

Franz Boas le confirió a la antropología el estatuto científico que ésta ha conservado en su integridad, y la organizó a través de unos campos de conocimiento que, en la actualidad, muchos años después, siguen estando muy presentes en la antropología norteamericana. Él fue quien concibió una antropología que basculara sobre cuatro pilares: la antropología física, la arqueología, la lingüística y la antropología social. Es la misma concepción de la antropología que sigue estando presente en la actualidad en la configuración de muchos departamentos universitarios de antropología de los Estados Unidos, la cual difiere notablemente de la antropología británica que, progresivamente, se ha impuesto en Europa con la denominación de antropología social y que podría ser entendida como una especialización de la antropología cultural. De este modo, Boas pudo desarrollar una antropología cultural, que rimaba con su formación alemana en las ciencias de la cultura, fuera de su país de origen.

La clave de la obra de Boas es que comporta la rebelión más decidida contra el evolucionismo al uso en los Estados Unidos. Su perspectiva recibe el nombre de particularismo histórico y se caracteriza por el rechazo de las generalizaciones típicamente evolucionistas, a favor de otra perspectiva que enfatiza la realidad propia de cada cultura, sabedor de que el desconocimiento empírico imposibilitaba otras estrategias más ambiciosas. Por otro lado, recuperando algunos presupuestos que ya estaban presentes en las ciencias de la cultura alemana, se fija en lo que él llama los estilos culturales, resultado de un equilibrio entre los distintos elementos procedentes de la gramática, la lengua, las costumbres, las normas, las creencias, etc., aceptando que la historia es un componente potente y amalgamador de todos ellos. La perspectiva boasiana se desplegará durante la primera mitad del siglo XX, y aún con posterioridad, sobre una pléyade de grandes discípulos que, con percepciones muy variadas, dan lugar a los múltiples movimientos que engrandecieron la antropología norteamericana de esta época: R. Lowie, P. Radin, R. Benedict, M. Mead, R. Linton, L. White, A. Kroeber, etc.

Franz Boas fue un antropólogo modélico. Su trabajo acerca de los indios Kwakiutl de Vancouver, en el Noroeste americano, es un excelente ejemplo de investigación longitudinal, realizada a lo largo de más de cuatro décadas, contando con la colaboración de la antropóloga rusa Julia Averkieva, mientras que los textos resultantes constituyen una referencia inexcusable de la antropología. Pero hay dos conceptos que son parte sustancial del cuerpo teórico de la antropología y que constituyen otras tantas aportaciones de Boas. El primero es el de relativismo cultural, según el cual los sistemas culturales son intrínsecamente iguales en su valoración, de manera que cualquier juicio acerca de los mismos sólo puede realizarse en su propio contexto, mientras que las diferencias entre ellas son el producto de los condicionamientos geográficos e históricos. Esto nos permite entender mejor la esencia de la teoría propugnada por él mismo con la denominación de particularismo histórico. El otro concepto, conocido con anterioridad, pero unido indefectiblemente a Boas es el de los universales de la cultura, es decir, el de la teoría que sostiene la universalidad de determinados elementos culturales, a modo de auténtico patrimonio de nuestra especie. En este ámbito, Boas realizó una contribución de primer orden en lo referente a las estructuras gramaticales de las lenguas.

Si bien Boas fue un autor prolífico, algunas de las obras que, suscritas por él, salen de la imprenta al final de sus días contienen los fundamentos de su pensamiento, entre las cuales se halla The Mind of Primitive Man (1938), traducida al español con el título de Cuestiones fundamentales de antropología cultural e, incluso, póstumamente, como Race, Language and Culture (1945).

Última modificación: viernes, 23 de junio de 2017, 11:05