Jack Goody es uno de los grandes antropólogos de nuestro tiempo. Nacido en Londres, en 1919, casi al mismo tiempo que M. Douglas, tuvo una juventud difícil.  Su carrera quedó interrumpida por la Guerra Mundial  y, tras ser llamado a filas, cayó prisionero y conoció los campos de prisioneros de varios países europeos. Después de la Guerra cursó estudios de Literatura en la Universidad de Cambridge, aunque posteriormente realiza su Posgrado en Antropología Social, primero en la Universidad de Oxford, al lado de E. E. Evans-Pritchard  y, posteriormente,  en la Universidad de  Cambridge con Meyer Fortes. Siendo sus maestros dos consumados africanistas, como lo fueron Evans-Pritchard  y Fortes, no es extraño que el propio Goody encaminara sus pasos en la investigación hacia el Continente africano, y más concretamente hacia el África Occidental. Su brillante contribución científica sería premiada con la Cátedra de Antropología de la Universidad de Cambridge, como la mejor herencia de su maestro M. Fortes.  Su caso es el de un deslumbrante antropólogo  que no ha cejado en la investigación ni se ha arredrado en la docencia.

Jack Goody, igual que Mary Douglas, forma parte de una generación que, siguiendo la huella de sus maestros, hizo del trabajo de camp la clave de su antropología. Mirándose en el espejo de Malinowski y de Radcliffe-Brown, pero sobre todo al de sus modelos más cercanos, Evans-Pritchard y Fortes, sus investigaciones en Ghana se alargaron, en sucesivas fases, entre comienzos de los años cincuenta  y mediados de los sesenta. Como consecuencia, la nómina de trabajos realizados, valiéndose de la comparación intercultural, es sorprendente, todos ellos articulados en torno a unos pocos ejes: la organización social y política, la familia y el parentesco (Comparative Studies in Kinship, 1971), con especial atención a la filiación, la propiedad y la microeconomía (Productions and Reproduction. A comparative Study of the Domestic Domain, 1977) de las sociedades africanas de la antigua Costa de Oro. A ellos se añade otro trabajo de investigación recurrente en la obra del autor, que durante mucho tiempo ha ocupado su preferencia: el uso del lenguaje y la plasmación escrita en las sociedades tradicionales (La domesticación del pensamiento salvaje, 1977, 1985; La lógica de la escritura y la organización  de la sociedad , 1987, 1990). Algunas de sus obras (La evolución de la familia y del matrimonio en Europa, 1983, 1986) han alcanzado una sorprendente difusión.

La idea que trata de transmitirnos Jack Goody es que las culturas cuentan con medios de transmisión del conocimiento que, tras una aparente homogeneidad, se hallan claramente desequilibrados. Es el caso del lenguaje hablado y el del escrito. Este último es más que un medio de comunicación, puesto que es el lenguaje de la burocracia y de la Administración, y el lenguaje de los grupos letrados que se valen de este particular capital simbólico para lograr objetivos que están fuera del alcance de otros miembros de la sociedad. Por otro lado, el lenguaje escrito fuerza una comunicación que rompe con la espontaneidad del lenguaje oral.

Jack Goody tiene un mérito añadido, cual es el de haber sabido conectar la antropología social y la historia, acaso como no habían sido capaces de lograr otros investigadores hasta el presente. Ese objetivo que ya se anunciaba en sus maestros, y que es patente en algunos de los trabajos de Evans-Pritchard, en el caso de Goody se ha convertido en realidad plena. Podemos decir que parte de su obra bascula entre la antropología social y la historia cultural, de suerte que su influencia se ha dejado sentir entre otros conocidos autores ingleses, en los cuales ha arraigado la historia cultural. El mejor ejemplo es el de otro profesor de la Universidad de Cambridge, perteneciente al ámbito de la historia moderna y sobradamente conocido, a la vez que muy cercano desde el punto de vista teórico a Jack Goody, como es Peter Burke.

Última modificación: viernes, 23 de junio de 2017, 11:05