Lewis Henry Morgan (1818-1881)
La vida le brindó a Lewis Henry Morgan la oportunidad de ser antropólogo en un tiempo en el cual no existía ni tan siquiera dicha profesión. Acaso él mismo murió sin tener la plena conciencia de ser pionero de la antropología. Había nacido en el año 1818 en el Estado de Nueva York, en un entorno de presencia iroquesa, de modo que pudo fijarse en estos indígenas y en sus costumbres, incluso mientras estudiaba la carrera de Derecho que le otorgaba un status apreciable en la época. De hecho, debutó en la vida profesional como abogado, si bien con posterioridad le dio preferencia a otra vocación que estaba muy presente en él, cual era la de político. Tanto es así que Morgan fue un activo militante del Partido Republicano de los Estados Unidos, logrando un escaño en la Cámara de Representantes y, algo más tarde, otro en el Senado. Él, que se había interesado por el modo de vida de los nativos y por sus costumbres, siendo abogado y político tuvo la oportunidad de defender la causa de los indios iroqueses mientras éstos veían como las grandes compañías intentaban apoderarse de sus tierras, tanto por razón de la riqueza de los recursos como debido a los intereses de la construcción del ferrocarril. Todo ello explica que el joven abogado sintiera vivamente la llamada de la sociedad iroquesa, a la cual defendería ardorosamente en sede judicial y, presumiblemente, en sede parlamentaria.
La amistad íntima con los indios iroqueses y, muy especialmente, con algunos de sus jefes, le permitió colmar algunas lagunas que tenía acerca de su cultura y publicar en el año 1851 una obra de referencia. The League of the Iriquois, tenida por uno de los puntos de partida de la antropología actual. La obra tenía un carácter evolucionista y, sin embargo, todavía faltaban unos cuantos años para que, al final de la década, se publicara la primera parte de la teoría de Darwin, The Origin of Species (1859). Ahora bien, en el libro de L. H. Morgan se pasaba revista al parentesco y a la organización política de los iroqueses. Se suele considerar al citado trabajo como un hito fundacional en materia de parentesco y de antropología política, aunque como puede colegirse fácilmente la obra poseía un marcado tono especulativo.
Morgan, que era aún muy joven cuando publica La liga de los iroqueses, estaba aún lejos de lograr sus mejores resultados. Cuando, años más tarde, en 1864, de a conocer su Systems of Consanguinity and Affinity of the Human Family, los estudios del parentesco quedarán claramente encauzados, aunque, a decir verdad, parte de los antropólogos posteriores fue incapaz de comprender su significado. Morgan había logrado su objetivo mediante analogía, estableciendo una relación analítica entre los indios Iroqueses, los indios Chipewa de Wisconsin, los datos que le ofrecieron algunos misioneros y los que le proporcionó el Servicio Consular de la Smithsonian Institution sobre los nativos de otras partes del mundo. Fue de este modo como enunció, por vez primera, las pautas propias de los sistemas de parentesco que él podía conocer, con errores y aciertos.
Pero el corpus fundamental de su teoría se halla en un nuevo libro, el que publicó en 1877, al final de sus días, Ancient Society, donde se contiene el conjunto de su teoría evolucionista de la sociedad. Por entonces, Darwin acaba de dar a conocer su The Descent of Man (1871). En un ambiente muy marcado por el avance de las teorías evolutivas, Mogan concreta la suya: las sociedades humanas, en su progreso, siguen un único camino, susceptible de reducirse a tres grandes estadios: el salvajismo, la barabarie y la civilización. Es lo que se denomina como evolucionismo unilineal, defendido por igual por E. B. Tylor y por otros. Corriendo el tiempo, la teoría quedaría desacreditada, al mostrarse como más cierto que las sociedades no siguen un único camino en su evolución. Pero el planteamiento fue el revulsivo que permitió la construcción de propuestas cada vez más consistentes, dando pábulo a que las teorías del evolucionismo unilineal, con Morgan a la cabeza, sean tenidas por auténtica referencia en la historia de la antropología.
Tan sugestiva fue la teoría de Morgan que el propio Marx, cultivador ferviente de una teoría propiamente evolucionista, como es la del conflicto social que conduce a la sociedad comunista, se sintió atraído y marcado por el planteamiento del antropólogo norteamericano, lo cual no es nada extraño si se tiene en cuenta que tanto Morgan como Marx nacen en la mismo año de 1818, una década después que Darwin, mientras que los tres murieron en la década de los ochenta del siglo XIX, en el breve período que va desde 1881 hasta 1883. No deja de ser sorprendente que Morgan, siendo evolucionista, sintiera que pertenecía a una cultura que se hallaba en la cima de la civilización y, sin embargo, consideraba moralmente superiores a las sociedades primitivas, acaso debido a la ausencia de la propiedad privada en las mismas. El pensamiento de Morgan nos devuelve al mito de un Rousseau redivivo.