FRIEDERICH RATZEL

 

1. La concepción de la Tierra que considera el elemento sólido, líquido y aéreo, al igual que toda forma de vida que de ellos emane y en ellos florezca, como un todo inseparable, unido con la historia y por acciones recíprocas ininterrumpidas, yo la llamo una concepción orgánica de la Tierra y la contrapongo a la que separa estas partes del globo terrestre, como si se encontraran accidentalmente reunidas y cree poder comprender la una sin las otras. Quizá sería menos dudosa la expresión concepción hologeica pero no soy propenso a introducir neologismos.

2. Hay condiciones de vida generales que valen igualmente para los hombres, para los animales y para las plantas de todas las razas y de todas las especies; y toda vida sobre la Tierra, sea cual sea la clase a la que pertenezca, ha sufrido comunes destinos en el largo camino de la historia de la Tierra.

3. Pero antes de dedicar un minuto más a examen de estos diversos tipos de influencia debemos hacernos una clara idea del hecho de que un pueblo no está expuesto a la influencia del clima de igual manera en todos los grados de su desarrollo.

Sucede en un pueblo lo mismo que ocurre en un hombre individual, en el cual la fuerza de resistencia aumenta con su desarrollo y disminuye nuevamente con la edad. El trabajo y la permanencia en una nueva tierra confiere, especialmente en los trópicos, una mayor defensa frente a las influencias climáticas. Con el progreso de la civilización crece la defensa contra estos influjos, y por eso ocurre que el clima de un país constituye para el pueblo que lo habita el punto en el que vienen a reunirse todos los problemas de su porvenir hasta que no ha alcanzado la madurez.

4. Las plantas han influido sobre las plantas, los animales sobre los animales, y ambos entre sí recíprocamente, pero ningún otro ser ha actuado en tal medida y tan constantemente y sobre tantos otros seres como el hombre, el cual por ello ha transformado profundamente la faz viviente de la Tierra.

5. Hemos visto cómo la geografía merced al común trabajo en su propio campo y en los vecinos ha crecido hasta llegar a ser una verdadera ciencia, que explota la superficie terrestre la describe y la representa. Se vale de los mismos métodos que las ciencias naturales, pero no puede beneficiarse de la experimentación más que en una débil medida. A esta deficiencia la geografía encuentra compensación valiéndose ampliamente de las comparaciones. El mapa constituye para esta ciencia un instrumento esencial de investigación. Como la superficie terrestre no se puede concebir sin el hombre y la obra del hombre, la geografía se separa de todas las otras ciencias afines por la amplitud de la materia considerada y por las diferencias íntimas de los argumentos por ella utilizados. Pero lo que tiene la virtud de mantener la unidad, en su organismo verdadero y singular de geografía, es la tarea de conocer los fenómenos de la superficie terrestre en todas sus relaciones recíprocas y el método de descripción exacta y de amplia comparación mediante la palabra, el mapa y la imagen.

6. Donde en una parte de la Tierra se encuentran limítrofes un pueblo más dotado y uno menos dotado, el primero se ha apropiado siempre el suelo mejor, es decir, aquel más adaptado a los fines de la civilización superior. En América del Norte los indios han sido, de hecho, expulsados completamente de todos los territorios fértiles.

La civilización superior se siente decididamente atraída hacia el suelo de un valor más elevado, y como confiere a sus representaciones los medios de adquirir y disfrutar este suelo tanto económica como políticamente, vemos aquí reunirse dos fuentes de fuerza y formar un río al cual la civilización inferior no puede oponer ninguna barrera. Si un pueblo llegó como resultado de su desarrollo histórico a un país en situación geográfica menos propicia, demostrará sus aptitudes a superiores destinos mejorando ante todo su situación geográfica: se libera de las escisiones internas suprimiendo sus causas, mejora las fronteras exteriores, aumenta su superficie mediante conquistas en los países vecinos y adquiere colonias lejanas.

7. De esta forma, se considere al hombre aisladamente o en grupo (familia, tribu o Estado), por doquier donde se le observe se encuentra algún pedazo de tierra relacionado tanto con su persona como en el grupo del que forma parte. En lo que se refiere al Estado, la geografía política está desde hace tiempo habituada a tener en cuenta, junto al tamaño de la población, el tamaño del territorio. Incluso los grupos, como la tribu, la familia, la comuna, que no constituyen unidades políticas autónomas, sólo son posibles sobre su territorio, y su desarrollo no puede ser comprendido más que con relación a ese territorio; al igual que los progresos del Estado son ininteligibles si no se les relaciona con los progresos del espacio político. En todos estos casos, estamos en presencia de organismos que entran en relación más o menos duradera con la tierra, relación en el curso de la cual se intercambian entre ellos y la tierra todo tipo de acciones y de reacciones. !Y esto, en el supuesto de que, en un pueblo en crecimiento, la importancia del suelo no sea tan evidente como la que se observa en el momento de la decadencia o de la disolución!. En este caso, no se puede entender lo que ocurre si no se considera el territorio. Un pueblo retrocede mientras pierde terreno.

Puede tener menos ciudadanos, y mantener sin embargo sólidamente el territorio en el que están sus recursos de vida. Pero cuando su territorio disminuye es, en general, el principio del fin.

8. La sociedad es el intermediario a través del cual el estado se une al territorio. De ahí que las relaciones de la sociedad con el territorio afecten a la naturaleza del Estado, sea cual sea la fase del desarrollo en la que se le considere. Cuando la actividad económica se ha desarrollado poco, al mismo tiempo que el territorio es extenso y, en consecuencia, fácilmente enajenable, se produce una falta de consistencia y de estabilidad en la constitución del Estado. (...). Si, a través de la práctica de la agricultura, la sociedad se une más estrechamente al terreno, entonces imprime al Estado todo un conjunto de caracteres que dependen de la manera en que las tierras estén distribuidas entre las familias. En primer lugar, el Estado está más sólidamente establecido sobre un territorio muy poblado, por lo que puede disponer de más fuerzas humanas para su defensa y una mayor variedad de recursos de todo tipo que si la población fuera escasa. Motivo por el que no se debe medir la fuerza de un Estado tan sólo por la extensión de su territorio; se mide mejor en la relación que la sociedad mantiene con su territorio. Pero hay más; esta misma relación actúa también sobre la constitución interior del Estado. Cuando el suelo está distribuido igualitariamente, la sociedad es homogénea y se inclina hacia la democracia; por el contrario, una distribución desigual constituye un obstáculo a toda organización social que quisiera conceder preponderancia política a los no propietarios y que fuera, por consiguiente, contraria a todo tipo de oligocracia. Esta alcanza su máximo de desarrollo en las sociedades que se fundan sobre una población de esclavos sin propiedad y casi sin derechos.

Fuente: Fragmentos extraídos de las obras de H. Capel, 1981, p. 278-293, y J. Gómez Mendoza et al., 1982.