1. Tema 5. Religión y formas de vida en la antigua Grecia

A. DIOSES, MITOS Y VIDA RELIGIOSA DE LOS GRIEGOS

 

1. Características generales de la religiosidad griega

En la antigua Grecia la religión fue un agente integrador de la polis. Los  ciudadanos  mostraban su compromiso con la ciudad al participar en las ceremonias colectivas de carácter cívico. Por otra parte, las creencias comunes y los santuarios panhelénicos funcionaron como elementos de identidad para el conjunto de los griegos. 

Hablamos de una religión politeísta. El panteón olímpico se componía de dioses con poderes específicos y relacionados entre sí. Estos dioses protagonizaban mitos que permitían explicar el mundo. No eran divinidades todopoderosas: cada una tenía competencias específicas reconocidas por sus fieles. Esta especialización en poderes divinos facilitó en Grecia la asimilación de nuevos dioses procedentes de otros pueblos y culturas. La religiosidad no se basaba en un sentimiento de fe, ni en la exclusión de unos dioses para asumir otros. El recurso a las distintas divinidades que podían ser reconocidas dependía de las circunstancias y predilecciones de los fieles. 

Aunque dotados de la inmortalidad y de otros atributos especiales, los dioses tenían personalidad y defectos humanos. Eran de hecho antropomorfos. Sus debilidades propiciaban relaciones conflictivas y hasta disputas entre ellos.

Figura 1: Atenea pensativa. Relieve sobre una estela (ca. 460-450 a.C.). Museo de la Acrópolis de Atenas.

2. Dioses olímpicos

El panteón griego estaba dominado por los doce dioses olímpicos, presididos por Zeus. La docena estaba formada por diez dioses fijos (Zeus, Hera, Poseidón, Ares, Hermes, Hefesto, Afrodita, Atenea, Apolo y Artemisa) y dos variables, elegidos entre Hades, Dionisos, Deméter y Hestia. Se imaginaba a estos dioses habitando en el Monte Olimpo, donde a veces se reunían para decidir el destino de los hombres.

  • Zeus: divinidad celeste, hijo de Cronos y de Rea, nacido en Creta. Hermano de Poseidón y de Hades. Esposo de Hera. Domina a todos los demás dioses y es padre de algunos de ellos. Controla los fenómenos atmosféricos (lluvia, trueno y rayo). Lugares sagrados: Olimpia. Atributos: rayo, cetro y águila. Equivalente romano: Júpiter.
  • Hera: diosa de las mujeres y del matrimonio. Se dedicó a vengar las infidelidades de Zeus. Lugares sagrados: Samos. Atributos: corona, cetro, granada. Equivalente romano: Juno.
  • Poseidón: dios de las aguas. Despierta tempestades y tormentas. Lugares sagrados: Cabo Sunión (Ática), Paestum (Magna Grecia). Atributos: tridente y carro tirado por caballos. Equivalente romano: Neptuno.
  • Ares: dios de la guerra, cruel y violento. Lugares sagrados: Tracia, Tebas, Atenas. Atributos: casco, escudo, armas, carro, antorcha ardiendo. Equivalente romano: Marte.
  • Hermes: dios viajero, mensajero de los dioses. Está relacionado con las fronteras, los caminos, los viajeros y, por extensión, los pastores y comerciantes. Atributos: sombrero de ala ancha, gorro alado, sandalias con alas, caduceo. Equivalente romano: Mercurio.
  • Hefesto: dios del fuego, de los herreros, la forja y los metales. De aspecto feo y lisiado. Lugares sagrados: sobre todo en centros industriales, como Atenas. Atributos: yunque y otros útiles de la forja. Equivalente romano: Vulcano.
  • Afrodita: diosa de origen oriental. Se relaciona con el amor físico, la belleza y la atracción sexual. Lugares sagrados: isla de Citera. Atributos: elementos marinos, conchas, perlas, delfines. Equivalente romano: Venus.
  • Atenea: diosa de la guerra, de la sabiduría, las artes, la justicia y la civilización. Diosa virgen, guerrera pero no tan violenta como Ares. Lugares sagrados: Atenas y otras muchas ciudades del mundo griego. Atributos: yelmo, escudo, égida (piel de cabra) y huso. Equivalente romano: Minerva.
  • Apolo: dios de la música, de las artes, del sol, de la poesía, de la adivinación, del equilibrio y la belleza masculina. Lugares sagrados: Delos, Delfos. Atributos: lira, arco y flechas, laurel y serpiente Pitón. Equivalente romano: Apolo.
  • Artemisa: diosa de origen oriental. Se relaciona con la caza, los bosques y las fieras. Protege a las jóvenes. Lugares sagrados: Delos, Esparta, Éfeso (Diana Efesia). Atributos: perro, cierva, arco y flechas, vestido corto (chitón), luna. Equivalente romano: Diana.
  • Hades: dios de los muertos. Reina en el mundo subterráneo. Apenas se le representa ni se le dedican santuarios (sólo en Elis). Símbolos: el can Cerbero, perro de tres cabezas que vigila la entrada al mundo de los muertos, y el casco que se ponía para salir al exterior.
  • Dionisos: dios del vino, de la embriaguez y el éxtasis. Se desconoce su origen, pero con seguridad no es griego. Patrono del teatro y la agricultura. Se le rendía culto mistérico. Muy venerado por las mujeres: ménades. Lugares sagrados: en toda Grecia, así como en Frigia y Tracia. Símbolos: corona de hiedra y vid, tirso (vara con hojas de hiedra y vid). Equivalente romano: Baco
  • Deméter: diosa de la agricultura, la fecundidad y el amor maternal. Madre de Perséfone. Objeto de culto mistérico. Lugares sagrados: Eleusis. Símbolos: trono, diadema, espigas, antorcha y cetro. Equivalente romano: Ceres
  • Hestia: vigila el fuego del hogar, la casa y la familia y, por extensión, del Estado. Diosa virgen poco aludida en la mitología y poco representada en el arte antiguo (es una divinidad bastante abstracta en el conjunto del panteón griego). Lugares sagrados: abundantes en el mundo griego. Símbolos: fuego, velo y asno. Equivalente romano: Vesta

 

3. Comunicación entre los fieles y sus dioses

Los dioses podían manifestarse a los humanos de forma sutil, por medio de sueños, presagios, oráculos, palabras casuales y vuelo de los pájaros. Para entender bien sus  mensajes  se requería  la  ayuda  de  adivinos, sacerdotes e intérpretes de sueños. 

Las desagracias o catástrofes se achacaban a los dioses y era preciso entender sus causas para poder aplacar la furia divina. Los griegos creían que el destino (moira) de las personas estaba determinado y que apenas se podía cambiar. Los dioses y diosas velaban por la justicia (diké) y castigaban a quienes cometían hybris.

Figura 2: Escena de libación. Lekythos de Eretria, ca. 460–450 a.C.

4. Prácticas de culto

a) Ofrendas y sacrificios

A los dioses se ofrecía panes, frutos, flores y perfumes, o bien sacrificios cruentos. Éstos últimos podían ser holocaustos, en cuyo caso todo el animal era quemado en el altar y ofrecido a los dioses. Con frecuencia, sólo se ofrecían y quemaban las vísceras, grasa y huesos. El humo que ascendía al cielo servía de ofrenda y alimento a los dioses. El resto de la carne era consumida en un banquete ritual, en el que sólo participaban los ciudadanos.

Ley sagrada de Mileto. Siglo V a.C.

Lo que deben recibir todos aquellos que compren los sacerdocios: de todo aquello que la ciudad sacrifique, toda la piel, las entrañas, un riñón, un escolio, una porción sagrada y todas las lenguas ¿del grupo?, o las piernas, un trozo de carne, el estómago y el intestino; de la vaca que se sacrifique, dos piernas, las tripas, la sangre  las partes principales; de los sacrificios privados todo lo obtendrán salvo las pieles, de...

SIG, 1002

b) Plegarias

A través de esta práctica los fieles intentaban contactar con los dioses, con frecuencia para pedirles algún favor. Las oraciones eran muy precisas y exigían la correcta expresión de los nombres y epítetos de los dioses o diosas invocados. Los fieles pronunciaban sus plegarias de pie y en voz alta. Las ocasiones para orar eran múltiples: desde cotidianas, como las comidas o el trabajo en el campo, hasta situaciones solemnes como el inicio de una batalla. Generalmente las plegarias se acompañaban de libaciones.

c) Libaciones

Consistían en verter un líquido sobre un ara o sobre el suelo, indicando a quién iba dirigido y por qué se ofrecía. Se usaban vino, leche y miel. Se vertía un poco del líquido contenido en una jarra (oinochoe) en una pátera (phiale) y, a continuación, éste se derramaba sobre un ara o en el suelo. El líquido podía ser consagrado por completo o sólo una parte (el resto se bebía). Se hacían libaciones en muchas ocasiones: antes de cada banquete (en honor a Dionisos) y de cada sacrificio, así como en los funerales, con motivo de la firma de tratados, etc. Este rito podía ser realizado tanto por hombres como por mujeres, a diferencia de los sacrificios, en los que sólo oficiaban ciudadanos varones y adultos.

Figura 3: Libación sobre un ara. Ca. 480 a.C. Museo del Louvre.

d) Purificaciones

Los fieles que pretendían comunicarse con los dioses a través de ritos religiosos debían encontrarse en un estado de pureza, tanto física como espiritual. La purificación podía conseguirse a través de distintos medios. A la entrada de los santuarios se realizaban abluciones. Después de un nacimiento o de una defunción dentro de una casa era preciso purificar ésta mediante el sacrificio de un lechón. Cuando los hechos eran más graves, como un asesinato, o cuando afectaban a toda la comunidad, los ritos de purificación eran más complejos.

 

5. Organización del culto: santuarios y fiestas

La  religión  griega  se  desarrollaba  tanto  en  el  marco  privado  (casa)  como público (ciudad). No había una separación clara entre vida civil y vida religiosa. Los lugares de culto eran múltiples y diversos: desde pequeños altares dentro de las casas a grandes santuarios panhelénicos. Para  que  un  lugar  fuera  considerado  sagrado  (hieron)  bastaba  con  delimitarlo físicamente, separándolo del ámbito profano. Un bosque, una fuente o una cueva podían considerarse lugares sagrados, si la presencia divina era percibida en ellos. La mayoría de los santuarios griegos carecían de construcciones importantes. El elemento básico era el altar para realizar los sacrificios y ofrendas. Sólo en el caso de grandes santuarios, que atraían a muchos fieles, se levantaron varios tipos de construcciones: a) templos; b) edificios para guardar las ofrendas (tesoros); c) fuentes para las abluciones; d) pórticos para albergar a los fieles; e) teatros, estadios y gimnasios para las competiciones deportivas asociadas a las fiestas religiosas.

Los templos por lo común no eran los centros donde se desarrollaban los ritos, sino recintos donde se guardaban las estatuas de los dioses y los objetos a ellos consagrados. La religión griega no poseía una iglesia ni un clero organizado que se ocupara de las ceremonias. Algunos magistrados civiles asumían competencias religiosas. En Atenas el arconte rey, el arconte epónimo y el polemarco organizaban los sacrificios públicos y las fiestas. Además,  cada  año  se  elegía  a  epimeletas  para  que  se  encargaran  de  los  asuntos sagrados. Por otra parte, los santuarios tenían sacerdotes o sacerdotisas que se ocupaban de su cuidado y gestión. Éstos se quedaban con una parte de los sacrificios y vendían la piel de las víctimas

El Estado organizaba diversas celebraciones religiosas, con frecuencia vinculadas al ciclo agrario. Más o menos un tercio de los días del calendario griego eran festivos. Las celebraciones públicas podían hacerse en el marco de la polis o bien en santuarios panhelénicos. Los ritos consistían en sacrificios, procesiones, banquetes públicos, danzas, competiciones deportivas y certámenes musicales.

 

a) Santuario de Zeus en Olimpia

Se localizaba en la región de Élide, al noroeste del Peloponeso. Su fama se basó en los juegos atléticos que cada cuatro años se celebraban en el mismo coincidiendo con una fiesta religiosa. Los primeros juegos tuvieron lugar en el 776 a.C. Durante la celebración se declaraba una tregua sagrada que anunciaban los heraldos por las ciudades. Las ciudades competían entre sí por conseguir triunfos. Las  pruebas  consistían  en  carreras  de  carros,  carreras  a  pie,  salto  de  longitud, lanzamiento de jabalina, lanzamiento de disco y pancracio.

b) Santuario de Apolo en Delfos

Situado en la región de Argólida, en la Grecia central. Su fama residía en el oráculo, atendido por una sacerdotisa denominada Pitia. Sentada sobre un trípode la Pitia aspiraba el gas que emanaba de una grieta del suelo y masticaba laurel. Entraba en trance y pronunciaba palabras y sonidos incoherentes que otros sacerdotes interpretaban y escribían en tablillas. Las respuestas a las preguntas planteadas por los fieles solían ser ambiguas.

Figura 5: Oráculo de Delfos

Figura 6: Santuario de Delfos.

c) Santuario de Asclepio en Epidauro

Centro de culto dedicado al dios de la medicina. A este santuario acudían peregrinos enfermos en busca de curación. La sanación se producía a través del sueño. Los sacerdotes interpretaban el significado de lo que soñaban los fieles y les recetaban remedios. El santuario era un centro milagroso, pero también un hospital. Asimismo, fue un centro en el que se formaron muchos médicos.

 

6. Héroes y mitos

Los héroes eran seres intermedios entre los dioses y los humanos: se les consideraba mortales pero dotados de poderes extraordinarios. Junto con los dioses aparecen como protagonistas de algunos mitos. Los héroes suelen presentar características comunes: nacen en circunstancias extrañas (a veces fruto de la unión entre un mortal y un dios), luego realizan hazañas de diverso tipo y finalmente mueren de forma violenta. Tras  su  muerte  adquieren  gloria  y  se  convierten  en  genios  tutelares  de  ciudades, pueblos, dinastías o linajes ilustres. Sus centros de culto con frecuencia eran las tumbas donde se les suponía enterrados (heroa). Este tipo de centros dedicados a héroes locales contribuyó a legitimar el territorio de las póleis y propició la cohesión de las comunidades cívicas correspondientes.

Los mitos griegos permitían explicar la naturaleza y la sociedad humana. Eran historias ficticias y fantásticas, aunque en ocasiones podían contener pequeñas porciones de realidad histórica. Sus medios de difusión fundamentales fueron las artes figurativas y la literatura. Nuestro conocimiento detallado sobre los distintos mitos griegos proviene de un gran número de fuentes clásicas, comenzando por los poemas homéricos y las obras de Hesíodo.

. GRUPOS SOCIALES, DIFERENCIAS DE GÉNERO Y EDAD 

 

1. Diferencias sociales según el derecho

Politai (ciudadanos): disfrutaban del derecho de la ciudad en la que están integrados.

Xenoi (extranjeros): llamados barbaroi en el caso de no hablar griego. Su integración en la polis fue posible a través de diversos mecanismos:

  • Proxenía: protección ofrecida por un particular a todos los ciudadanos provenientes de una polis extranjera.
  • Isopoliteia: acuerdo entre dos ciudades para que los ciudadanos de cada una de ellas pudieran domiciliarse y obtener la ciudadanía en la otra.

Proxenía de Hegeloco. Eretria, 411 a.C. 

Dioses. Resolvió el Consejo: que Hegeloco el tarentino sea próxeno y evergeta, tanto él como sus hijos, y que reciba la manutención, tanto él como sus hijos, cuando residan en la ciudad. Que esté exento de impuestos y que tenga un lugar de preferencia en los juegos por haber ayudado a la ciudad a liberarse de los atenienses.

IG, XII 9.187 A

Metoikoi (extranjeros residentes): debían estar ligados a un prostatés o patrono para poder ser representados ante la justicia. Los metecos no tenían derechos políticos, pero debían servir en el ejército. Aunque no les estaba permitido poseer bienes raíces en la ciudad de residencia, sí podían tener riquezas mobiliarias y negocios.

Douloi (esclavos): eran considerados instrumentos animados y como tales se les podía incluir en los testamentos. No tenían derechos políticos ni civiles. En el mundo griego cabe diferenciar dos tipos de esclavitud:

a) Esclavos rurales: campesinos sometidos de forma colectiva que trabajaban las tierras de los ciudadanos. El caso mejor conocido es el de los hilotas en Esparta, pero esta forma de esclavitud también se dio en otras póleis.

b) Esclavos mercancía: existieron en ciudades donde la esclavización de los nativos fue prohibida, como en Atenas a partir de Solón. Eran de origen extranjero y resultaban asequibles a la mayoría de los griegos. El amo disponía por completo de su vida. Se les adquiría en el mercado. Solían ser prisioneros de guerra o personas capturadas por los piratas en regiones bárbaras (Tracia, Escitia, Anatolia, Siria…). Se les usaba como trabajadores domésticos, agricultores, artesanos, mineros, etc. Muchas esclavas se dedicaban a la prostitución. Existían también esclavos empleados en la función pública: ayudantes de magistrados, operarios para la limpieza y mantenimiento del orden en la ciudad, etc.

Su calidad de vida variaba mucho según la profesión y los dueños. La  salida  de  la  esclavitud  se  producía  por  medio  de  la  fuga  o  de  la  manumisión. Tras la liberación subsistían relaciones de dependencia entre el esclavo y el antiguo dueño, convertido en prostatés. 

La manumisión podía ser decidida por el amo, con frecuencia excluyéndolo de su testamento. La compra de la libertad también era posible en el caso de esclavos que habían hecho prosperar un negocio y a los que se había dado una paga. Asimismo, la manumisión del esclavo en ocasiones se concebía como una ofrenda religiosa: el dueño ofrecía el esclavo a una divinidad y teóricamente ésta lo liberaba.

Figura 7: Representación del mito de Pandora. Museo de Arqueología de Cataluña (Barcelona).

2. Diferencias de sexo y edad

a) Hombres y mujeres

El mito de Pandora transmitido por Hesíodo refleja la escasa presencia de la mujer en la esfera pública del mundo griego. Las mujeres estaban excluidas de la política y carecían de capacidad jurídica. Siempre se encontraban bajo la tutela de un hombre (kurios). Las huérfanas solteras y las viudas sin hijos pasaban a depender de algún varón de la familia paterna. Las mujeres no heredaban tierras, sino sólo bienes mobiliarios.

Cuando un ciudadano fallecía sin herederos varones, su hija podía transmitir la propiedad inmobiliaria (cleros) a su primer hijo varón. En Atenas a esta mujer se le denominaba «epiclera».

El divorcio era posible a petición de cualquiera de los dos esposos, pero le resultaba más fácil obtenerlo al hombre. A los maridos les estaba permitido tener concubinas y relacionarse con prostitutas, pero cualquier relación extramatrimonial de una esposa era considerada adulterio y su condena implicaba una gran humillación pública. La seducción de una mujer casada se consideraba un delito más grave que una violación.

Las mujeres no frecuentaban los lugares públicos de la ciudad, como el ágora, la asamblea o los tribunales de justicia, sino que vivían relegadas en el ámbito doméstico. Las esposas respetables no debían ser vistas en público. Incluso dentro de la casa las mujeres vivían recluidas en el gineceo y no frecuentaban el comedor de los hombres (andrón), ni participaban en los sympósia.

Se ocupaban de administrar la casa, controlar el trabajo de los esclavos domésticos, hilar y tejer vestidos para toda la familia. Solamente tenían un papel social activo con motivo de los funerales y las festividades.

Las atenienses actuaban como sacerdotisas en cuarenta cultos públicos y tenían los papeles principales en las grandes procesiones religiosas. Había festivales exclusivos para las mujeres, como las Tesmoforias (en honor a Deméter). La separación física entre hombres y mujeres era más pronunciada entre las clases altas.

 

b) Jóvenes y adultos

En Atenas los jóvenes no eran inscritos en el demo hasta los 18 años. A esa edad podían acceder a la asamblea y a la Bulé. A los 30 años podían ser elegidos magistrados y participar como jurados en el Helieo. Los  ancianos  estaban  muy  valorados  y  a  ellos  se  reservaban  algunos  puestos  y privilegios. En Esparta los gerontes debían tener más de 60 años. En las asambleas de Atenas se daba la palabra en primer lugar a los mayores de 50 años. La juventud es la época de la educación: en Esparta la agogué pública y en Atenas la paideia privada seguida de la ephebía pública (18-20 años).

C. FAMILIA E INSTITUCIONES PRIVADAS

1. El oikos

En griego ninguna palabra designa propiamente lo que hoy entendemos por «familia». El término más próximo es oikos, referido a la «casa» o «hacienda familiar», junto a las personas que habitan en ella, incluidos esclavos, y todos los enseres. El oikos, por lo tanto, era una unidad de parentesco y de convivencia, pero también una unidad económica.

Los miembros de la casa intentaban mantener unida la propiedad familiar a lo largo de las distintas generaciones. Las tierras del Ática sólo podían ser poseídas por un ciudadano varón ateniense: del padre pasaban al hijo o al pariente varón más próximo de la línea masculina de la familia. El heredero tenía que probar que era un ciudadano ateniense legítimo para formalizar la titularidad de la herencia.

Los griegos deseaban tener hijos legítimos para preservar la herencia familiar. Ahora bien, tener demasiados hijos no convenía, pues la hacienda se disgregaba demasiado, y tener pocos era arriesgado, ya que la mortandad infantil era alta. La falta de hijos se compensó con la adopción y el exceso con el de recién nacidos. El señor de la casa (kurios) tenía poder soberano sobre todos los miembros del oikos. Era el titular de las propiedades y representaba en temas legales a las mujeres y hombres menores de edad.

Dentro de la casa se realizaban cultos y ritos, como el mantenimiento de la memoria de los antepasados. En el patio solía había un altar dedicado a Zeus Hercio (herkeios: «protector del cercado») y en él se hacían sacrificios.

Consejos de administración familiar 

Al empezar la jarra y al terminarla, sáciate; a mitad haz economías; pero es mezquino el ahorro al llegar al fondo.

[El salario convenido con un hombre amigo, sea suficiente; y con un hermano, pon delante entre bromas un testigo. Sabido es que la confianza y la desconfianza pierden a los hombres].

Que no te haga perder la cabeza una mujer de trasero emperifollado que susurre requiebros mientras busca tu granero. Quien se fía de una mujer, se fía de ladrones.

Procura tener un solo hijo, para conservar intacto tu patrimonio; pues así la riqueza crecerá dentro de tu casa. Y ¡ojalá que te mueras viejo si dejas otro hijo! Para muchos hijos Zeus podría conceder fácilmente una envidiable fortuna; a más hijos mayor cuidado y también mayor rendimiento.

Hesíodo, Trabajos y días, 370

[Traducción de Aurelio Pérez Jiménez y Alfonso Martícez Díez, Editorial Gredos, Madrid, 1983]

Figura 8: Mujer portando una cesta y paños. Copa ática hallada en Ampurias. Museo de Arqueología de Cataluña (Barcelona).

2. Fratría y genos

Además de estar integrado en un oikos, todo ateniense pertenecía a una asociaciones religiosa llamada fratría. Originariamente este término aludía a una «hermandad de sangre» (la misma raíz indoeuropea aparece en la palabra latina de frater), pero en la época clásica los primitivos lazos de parentesco se perdieron.

Tras el nacimiento, los niños varones eran inscritos en la fratría del padre. Puesto que no existía otro registro oficial de nacimientos, la certificación de que el niño estaba inscrito en una fratría era una manera de identificarlo como ciudadano ateniense. Cuando cumplía 18 años el joven era registrado en un demo y a partir de entonces el certificado de esa entidad administrativa servía como prueba de su ciudadanía.

Los individuos también podían pertenecer a un genos o grupo familiar en sentido amplio (supuestos descendientes de un antepasado común). En época clásica griega, los gené constituían grupos religiosos de cofrades. El significado político que pudieron haber tenido en un pasado remoto las fratrías y los gené se había perdido por completo en la Atenas del siglo V a.C. Sin embargo, ambas entidades subsistieron con fines religiosos.

 

3. Matrimonio

El matrimonio griego consistía en donar una mujer a un hombre junto con una dote (bienes muebles o dinero, nunca tierras). Tras el matrimonio el marido gestionaba la dote de la mujer, pero ésta la recuperaba en caso de divorcio y la devolvía a su familia, donde de nuevo era acogida. Las mujeres podían ser comprometidas a los cinco años y se casaban más o menos a los quince. En ningún caso intervenían en la decisión del matrimonio, ni tampoco en la elección del marido. Estos asuntos dependían únicamente de los jefes de dos haciendas familiares diferentes.

Solía haber una gran diferencia de edad dentro del matrimonio, pues era frecuente que los hombres se casaran a los 40 años. Cuando el padre o tutor de una joven comprometía a ésta en matrimonio, se lo comunicaba al futuro marido diciendo “te entrego esta mujer para el arado de hijos legítimos”.

La ceremonia del matrimonio (gamos) se realizaba con varios testigos para que dieran fe de la virginidad y dote de la novia. El papel de los testigos era importante, pues no existía un registro de matrimonios y los esposos no firmaban un contrato.

El matrimonio se consideraba iniciado en el momento en que la novia abandonaba su oikos y se trasladaba al oikos del marido. Por lo tanto, el hecho de casarse tenía un mayor significado para la mujer que para el hombre, ya que era ésta la que cambiaba de residencia y de tutor. Asimismo, la mujer abandonaba los cultos religiosos propios del hogar paterno para asumir los de la casa del marido. Unos y otros eran incompatibles.

Tras la boda, la esposa cambiaba sus oraciones y sacrificios para adaptarse a la religión doméstica de su nuevo oikos y dejaba de honrar a sus antepasados para dedicarse a los del marido. La víspera del gamos se hacía un sacrificio a las divinidades protectoras del matrimonio, en particular a Zeus, Hera, Artemisa y Apolo. La muchacha consagraba a Artemisa los atributos de su infancia: juguetes, objetos personales, mechones de pelo, etc. También tenían lugar ritos de purificación: baño de la muchacha y del joven. En el día del gamos, las casas se decoraban con ramas de olivo y de laurel. En la casa del padre de la novia se realizaba un sacrificio seguido de un banquete. La novia llevaba un traje blanco y en la cabeza velo y corona. Era acompañada por una madrina y el novio por un padrino. Un niño llevaba en la cabeza una corona de plantas espinosas entremezcladas con bellotas y distribuía entre los invitados panes de un cesto, mientras pronunciaba la frase: “he huido del mal y he encontrado lo mejor”.

La comida se componía de platos tradicionales, de entre los cuales las tortas de sésamo representan el símbolo de la fecundidad. Por la noche salía un cortejo de la casa de la novia hacia la del novio.

La novia era llevada en un carro tirado por una pareja de mulas o bueyes. La gente caminaba al lado con antorchas y cantando canciones de himeneo. El novio esperaba al cortejo nupcial en la puerta de su casa, junto con sus padres. Cuando llegaba la novia ésta pasaba el umbral de la casa en brazos del marido, gritando como si quisiera resistirse a un rapto. Asimismo, las mujeres que la rodeaban gritaban para simular que la defendían del novio. Una vez dentro de la casa, la novia era presentada ante el altar doméstico y se espolvoreaba sobre su cabeza nueces e higos secos. A continuación, la pareja se retiraba al thalamos. Al día siguiente, tenían lugar nuevos sacrificios y banquetes y la pareja recibía regalos. Después el marido solía ofrecer un sacrificio y una comida, llamada gamelia, a los miembros de su fratría, coincidiendo con la fiesta de las Apaturias. La celebración de esta comida podía ser alegada como prueba de la existencia del matrimonio.

Figura 9: Representación del atavío de una desposada.

D. TRABAJO Y VIDA ECONÓMICA

El término griego de oikonomia tiene dos sentidos: uno restringido, referido a la gestión de la hacienda familiar, y otro más amplio, referido a la gestión de la ciudad. La  fuente  literaria  principal  para  conocer  la  vida  económica  griega  es  la obra de Jenofonte: Económico. 

Las ciudades disponían de un tesoro y finanzas propias. Los ingresos podían provenir de diversas fuentes: botines de guerra, rentas de propiedades públicas y minas, tasas directas (metoikion), aduanas, tributos de ciudades aliadas e impuestos extraordinarios (eisphora).

Los  gastos  públicos  también  eran  asumidos  por  particulares  a  través  de liturgias. La  ciudad  gastaba  el  dinero  en  la  guerra,  en  obras  públicas,  fiestas,  repartos  de alimentos entre el demos (misthoi), etc. Cada polis emitía su propia moneda. 

Para los griegos la principal y más noble actividad económica era la agricultura. No sólo los habitantes de las aldeas, sino también muchos de los que residían en centros urbanos se dedicaban al cultivo de la tierra y a la ganadería. Estos últimos debían desplazarse diariamente a los campos del entorno donde tenían sus tierras cultivadas. 

Igualmente, en los centros urbanos residían pescadores y otros trabajadores que cada día se desplazaban para llevar a cabo su trabajo o profesión. El artesanado por cuenta ajena y el comercio eran despreciados. Artesanos y agricultores vendían sus productos directamente en los mercados de las ciudades, pero también existían comerciantes intermediarios.

Figura 10: Tablilla votiva (pinax) de Corinto (ca.  575 a.C.) Representación de un ceramista junto a su horno.

Metecos e ingresos de la ciudad

Pero, ¡ojalá! que, además de los bienes naturales, se prestara atención ante todo a los metecos! Esa fuente de ingresos me parece que es una de las más idóneas, ya que (ellos mismos) se mantienen y son muy útiles a las ciudades sin recibir un salario, sino que, por el contrario, aportan el impuesto que lleva su nombre. Me parece suficiente la atención actual, siempre que suprimamos todo cuanto, sin beneficiar en absoluto al Estado, se mira por los metecos como una restricción de los derechos de ciudadanía, y suprimamos también la obligación de que los metecos sirvan en el ejército como hoplitas junto con los ciudadanos, porque es grande el riesgo personal y grave también el estar alejado de sus oficios y de sus hogares. 

Por otra parte, la ciudad se vería mucho más beneficiada, si los ciudadanos hicieran las campañas juntos, que si forman al lado de ellos, como ahora, lidios, frigios, sirios y otros bárbaros de todas clases, pues tales son muchos de los metecos. 

Además de la ventaja de que se les dispense del servicio militar, sería también una gloria para la ciudad el que los atenienses se decidieran a confiar más en sí mismos, respecto a los combates, que en los oriundos de otras partes. Y si decidiéramos que los metecos participen de otras cosas en que me parece bien su colaboración y, especialmente de la caballería, los volveríamos mejor dispuestos y, a la vez, la ciudad se mostraría más fuerte y más importante.

Jenofonte, Los ingresos públicos, 2.1-5

[Traducción de Orlando Guntiñas Tuñón, Editorial Gredos, Madrid, 1984] 

Contrato de arrendamiento de unos locales en el Pireo. Segunda mitad del siglo IV a.C.

A la buena fortuna. Bajo el sacerdocio de Filípides. Según las siguientes disposiciones Atímaco, hijo de Anfímaco, Fidóstrato, hijo de Mnesícares, Demareto, hijo de Leóstenes, Cetesias, hijo de Ctesifonte, Ctesipo, hijo de Ctesifonte, Ctsícares, hijo de Ctesifonte, Ctesias, hijo de Timócrates, Caireas, hijo de Mnesícares, los copropietarios del demos de Citerión, arrendaron para siempre el taller del Pireo, la casa que a él está unida y el pabellón del estiércol a Eúcrates, hijo de Execias, del demos de Afidna, por 54 dracmas anuales libres de todo impuesto; de esta suma entregarán 30 dracmas en el mes de Hecatombeo y las 24 restantes en el mes de Posidón, y reparará todo lo que sea necesario en el taller y la casa en el primer año. Si no pagara el alquiler como está aquí consignado o no procediera a las reparaciones, Eúcrates tendrá que pagar el doble y se verá obligado a marcharse del taller sin plantear ninguna objeción. Garante de la ejecución de las disposiciones aquí escritas durante el tiempo establecido es Execias, del demos de Afidna. Los copropietarios de Citerión garantizarán el arrendamiento a Eúcrates y sus descendientes. Si no lo hicieran así, serán multados con 1.000 dracmas. Eúcrates habrá de inscribir este contrato en una estela de mármol y la colocará junto al héroe. Si hubiese que pagar alguna contribución extraordinaria o si de alguna manera se debiera hacer frente a otro pago, Eúcrates lo afrontará según su valoración fiscal, que es de siete minas. Dioses.

SIG, 1216

[Juan Manuel Cortés Copete (ed.), Epigrafía Griega, Madrid, 1999, pp. 182-183]